17/09/2017, 00:17
Si para el perdedor del combate era duro amanecer en el hospital, sin respuesta alguna a causa de la conmoción, poco era comparable a cómo había amanecido la pelirroja tras su encuentro en el torneo. Había despertado en el tanatorio, a manos de un tipo que pensaba enterrarla en una misera caja de imitación a pino. No habían tenido la decencia siquiera de comprar madera de calidad, ESO si que era un disparate. Después de un jaleo de dimensiones bíblicas para salir del sitio, así como para explicar que estaba viva —y no era un zombie— consiguió salir de su propio funeral improvisado, y tomar aire fresco.
Tras un buen paseo, la chica llegó a la zona que habían designado como alojamientos para Amegakure. Ella había participado en el torneo, y al parecer había realizado una acción absurda que le había costado el combate, matándose a sí misma delante de un millar de espectadores. La chica no comprendía del todo porqué, pero tenía alguna ligera idea del porqué...
«Blame...»
Quizás tenía algo mas concreto en su habitación, a lo mejor había dejado escritas sus intenciones, o había algún tipo de señal. Esa era su mayor esperanza, pero al llegar allí se topó con una nueva traba. No tenía ni la menor idea de dónde estaba su habitación.
«Mierda... ¿y ahora qué hago...?»
La chica se llevó el dedo índice a los labios, y lo mordió. Entre tanto, mientras iba pensando, comenzó a andar por el recinto, buscando si encontraba a por allí a alguien. Cruzó la parte delantera, sin tener demasiado éxito, y poco a poco fue explorando por si jugaban al escondite o algo. No parecía estar demasiado poblado el recinto, quizás porque la mayoría ya iban siendo descalificados o abandonaban el sitio por mera iniciativa.
Caminó, pasando uno de los edificios, y al fin encontró a alguien. Se trataba de un chico que debería sonarle bastante, pero al cuál había olvidado por tercera vez al menos. Se acercó con paso tranquilo, mientras juntaba ambas manos tras la nuca, en una pose relajada y casual. Al acercarse hasta el chico, pudo ver que había otro de piel azulada, un tipo de lo mas singular... y eso a vista de una inmortal, que no es poca cosa.
—Perdonad, pero... ¿el edificio de los alojamientos femeninos es éste? —interrumpió su pose para señalar el edificio que pertenecía a los chicos, sin saber realmente ese pequeño detalle.
»Llevo un mareo de aúpa... este sol me va a matar...
Ironías de la vida, pues no sabía que ambos sabían de su inmortalidad, dicho por ella misma.
Tras un buen paseo, la chica llegó a la zona que habían designado como alojamientos para Amegakure. Ella había participado en el torneo, y al parecer había realizado una acción absurda que le había costado el combate, matándose a sí misma delante de un millar de espectadores. La chica no comprendía del todo porqué, pero tenía alguna ligera idea del porqué...
«Blame...»
Quizás tenía algo mas concreto en su habitación, a lo mejor había dejado escritas sus intenciones, o había algún tipo de señal. Esa era su mayor esperanza, pero al llegar allí se topó con una nueva traba. No tenía ni la menor idea de dónde estaba su habitación.
«Mierda... ¿y ahora qué hago...?»
La chica se llevó el dedo índice a los labios, y lo mordió. Entre tanto, mientras iba pensando, comenzó a andar por el recinto, buscando si encontraba a por allí a alguien. Cruzó la parte delantera, sin tener demasiado éxito, y poco a poco fue explorando por si jugaban al escondite o algo. No parecía estar demasiado poblado el recinto, quizás porque la mayoría ya iban siendo descalificados o abandonaban el sitio por mera iniciativa.
Caminó, pasando uno de los edificios, y al fin encontró a alguien. Se trataba de un chico que debería sonarle bastante, pero al cuál había olvidado por tercera vez al menos. Se acercó con paso tranquilo, mientras juntaba ambas manos tras la nuca, en una pose relajada y casual. Al acercarse hasta el chico, pudo ver que había otro de piel azulada, un tipo de lo mas singular... y eso a vista de una inmortal, que no es poca cosa.
—Perdonad, pero... ¿el edificio de los alojamientos femeninos es éste? —interrumpió su pose para señalar el edificio que pertenecía a los chicos, sin saber realmente ese pequeño detalle.
»Llevo un mareo de aúpa... este sol me va a matar...
Ironías de la vida, pues no sabía que ambos sabían de su inmortalidad, dicho por ella misma.