17/09/2017, 23:52
(Última modificación: 17/09/2017, 23:53 por Umikiba Kaido.)
Entonces, la palabra del escualo se habría convertido en un oportuno y coincidencial Kuchiyose, pues a la diestra de los dos amejin, ella hizo acto de aparición. El destino le jugaría una pesada jugarreta al tiburón de Amegakure, poniéndole frente a él al espectro de a quien su persona creía más muerta que la antigua Uzukage.
Watasashi Aiko habló, y su voz hizo que el escualo sintiera escalofríos por todo el cuerpo, acelerando su corazón que latía despavorido en el interior de su pecho, golpeteando su caja torácica sin ninguna contemplación. Finalmente, intercaló su mirada entre Mogura y la mujer de papeles; con el ceño ligeramente fruncido.
¿No sería qué?...
«Maldito Mogura, ¿no estarás intentando engañarme, verdad?»
—¿No le parece, Umikiba-san?
La intervención de Manase le sacó de su ensimismamiento, haciéndole reaccionar. Intentó hablar por un par de segundos, decir algo mordaz e inteligente; pero la lengua no le fue fiel aquella vez. En cambio, dijo:
—Sí, claro. La temperatura. El calor es un asesino silencioso, puede llegar a matarte. ¿Tienes sed? ¿no quieres un poco de agua? —le extendió su termo que habría estado colgado en su cinturón, y continuó—. ¿cómo coño es que estás viva?
Soltó, sin pelos en la lengua. Sencillamente no lo pudo evitar.
Watasashi Aiko habló, y su voz hizo que el escualo sintiera escalofríos por todo el cuerpo, acelerando su corazón que latía despavorido en el interior de su pecho, golpeteando su caja torácica sin ninguna contemplación. Finalmente, intercaló su mirada entre Mogura y la mujer de papeles; con el ceño ligeramente fruncido.
¿No sería qué?...
«Maldito Mogura, ¿no estarás intentando engañarme, verdad?»
—¿No le parece, Umikiba-san?
La intervención de Manase le sacó de su ensimismamiento, haciéndole reaccionar. Intentó hablar por un par de segundos, decir algo mordaz e inteligente; pero la lengua no le fue fiel aquella vez. En cambio, dijo:
—Sí, claro. La temperatura. El calor es un asesino silencioso, puede llegar a matarte. ¿Tienes sed? ¿no quieres un poco de agua? —le extendió su termo que habría estado colgado en su cinturón, y continuó—. ¿cómo coño es que estás viva?
Soltó, sin pelos en la lengua. Sencillamente no lo pudo evitar.