29/09/2017, 12:12
—Si te sirve de consejo, Ayame, yo creo que cualquier duelo que comience con el Sello de la Confrontación ya incluye que podamos atacarnos hasta que el otro se rinda o de por acabado el combate. Mientras tanto, creo que todos haremos lo que podamos para engañar al rival —intervino Daruu—. Al fin y al cabo, somos ninjas.
«Pero atacar a un oponente que está tirado en el suelo sin poder moverse... Eso no es honorable...» Meditaba Ayame, torciendo el gesto.
—Sé que nuestra pelea no acabó todo lo... cordial que podía haberlo hecho. Pero cuando me hiciste el Genjutsu, yo no me había rendido. Yo no había dicho que el combate se había acabado. Tú mostraste compasión por mí, y entonces volví a atacarte. En ese momento, cuando yo estaba aterrorizado, podrías haberme atacado —Daruu suspiró, se cruzó de brazos y chasqueó la lengua con fastidio—. Podrías haberme ganado.
Pero Ayame no estaba convencida, ni de haber sido así. Daruu era un oponente formidable, un estratega nato, siempre guardaba una sorpresa bajo la manga, siempre era capaz de salir airoso de cualquier problema...
—No te reconozco, Daruu —Pronunció Kiroe con lentitud—. ¿Desde cuando te importa tanto ganar?
—Tengo una deuda que saldar —respondió él.
—Yo también... —susurró Ayame, concentrando la mirada sobre su padre. Él no tardó en fruncir el ceño, consciente de a lo que se refería.
—Recuerda lo que te dije aquella vez en Yukio, Daruu —advirtió Kōri entonces, apartando la mirada de su plato por primera vez en un tiempo para fijarla en su alumno.
—Lo... lo recuerdo, sensei.
—Bien.
Pero Ayame estaba intranquila. Se sentía como si la hubieran puesto a un lado y fuera una mera espectadora de la escena. ¿A qué deuda se refería Daruu? ¿Qué era lo que su hermano le había dicho en Yukio? En silencio, el grupo terminó sus platos y pagó la cena para después reincorporarse y salir.
—Estaría interesante que nos tocara en el torneo juntos —le comentó Ayame a Daruu, con una mirada traviesa—. Así podríamos terminar lo que habíamos empezado y ver quién de los dos es más fuerte.
»Y... esta vez, no tendré tanta compasión.
«Pero atacar a un oponente que está tirado en el suelo sin poder moverse... Eso no es honorable...» Meditaba Ayame, torciendo el gesto.
—Sé que nuestra pelea no acabó todo lo... cordial que podía haberlo hecho. Pero cuando me hiciste el Genjutsu, yo no me había rendido. Yo no había dicho que el combate se había acabado. Tú mostraste compasión por mí, y entonces volví a atacarte. En ese momento, cuando yo estaba aterrorizado, podrías haberme atacado —Daruu suspiró, se cruzó de brazos y chasqueó la lengua con fastidio—. Podrías haberme ganado.
Pero Ayame no estaba convencida, ni de haber sido así. Daruu era un oponente formidable, un estratega nato, siempre guardaba una sorpresa bajo la manga, siempre era capaz de salir airoso de cualquier problema...
—No te reconozco, Daruu —Pronunció Kiroe con lentitud—. ¿Desde cuando te importa tanto ganar?
—Tengo una deuda que saldar —respondió él.
—Yo también... —susurró Ayame, concentrando la mirada sobre su padre. Él no tardó en fruncir el ceño, consciente de a lo que se refería.
—Recuerda lo que te dije aquella vez en Yukio, Daruu —advirtió Kōri entonces, apartando la mirada de su plato por primera vez en un tiempo para fijarla en su alumno.
—Lo... lo recuerdo, sensei.
—Bien.
Pero Ayame estaba intranquila. Se sentía como si la hubieran puesto a un lado y fuera una mera espectadora de la escena. ¿A qué deuda se refería Daruu? ¿Qué era lo que su hermano le había dicho en Yukio? En silencio, el grupo terminó sus platos y pagó la cena para después reincorporarse y salir.
—Estaría interesante que nos tocara en el torneo juntos —le comentó Ayame a Daruu, con una mirada traviesa—. Así podríamos terminar lo que habíamos empezado y ver quién de los dos es más fuerte.
»Y... esta vez, no tendré tanta compasión.