30/09/2017, 17:28
Kaido tuvo que sentarse un momento. Y lo hizo, mientras Mogura trataba de replicar a su interrogante. Y es que el médico de Amegakure lo definió como, probablemente; una técnica prohibida. De esas que tan bien esconden los altos rangos en pergaminos secretos, ocultos en cavernas vigiladas las veinticuatro horas del día por guardias de élite. Pero en ese caso, ¿cómo había sido Aiko capaz de obtenerla? ¿alguien se la había otorgado, a sabiendas de tan horrorosa habilidad? ¿o verdaderamente se trataría del toque divino de un Dios?
Entonces Kaido tuvo que alzar la vista, y Mogura lo vio. Vio en él una mirada que, generalmente, no estaba ahí ni de coña. Una mirada seria; ya no era el bromista imberbe de siempre. Ahora era un ninja contrariado por una realidad que se antojaba algo fantasiosa.
—¿Maldición? ¡pero qué dices, Mogu-san! ¿sabes lo que significa no poder morir en ésta jodida profesión? si los ninja vivimos cuidándonos las espaldas, trabajando en equipos y tratando de no quebrantar la paz entre las tres aldeas precisamente porque morir es de gratis en Oonindo. Basta que no pilles un kunai, y, zas; adiós luz que te apagaste.
Entonces sonrió, como si aquello le hiciera gracia.
—Aiko ha sido bendecida, la inmortalidad no puede ser sino eso. Aunque por la cara que tienes seguro vas a discrepar. Ya sabes, los médicos con sus cabezas de científicos ven todo de una manera diferente.
¿Había sido aquello un insulto, o un halago?
Entonces Kaido tuvo que alzar la vista, y Mogura lo vio. Vio en él una mirada que, generalmente, no estaba ahí ni de coña. Una mirada seria; ya no era el bromista imberbe de siempre. Ahora era un ninja contrariado por una realidad que se antojaba algo fantasiosa.
—¿Maldición? ¡pero qué dices, Mogu-san! ¿sabes lo que significa no poder morir en ésta jodida profesión? si los ninja vivimos cuidándonos las espaldas, trabajando en equipos y tratando de no quebrantar la paz entre las tres aldeas precisamente porque morir es de gratis en Oonindo. Basta que no pilles un kunai, y, zas; adiós luz que te apagaste.
Entonces sonrió, como si aquello le hiciera gracia.
—Aiko ha sido bendecida, la inmortalidad no puede ser sino eso. Aunque por la cara que tienes seguro vas a discrepar. Ya sabes, los médicos con sus cabezas de científicos ven todo de una manera diferente.
¿Había sido aquello un insulto, o un halago?