1/10/2017, 22:16
(Última modificación: 1/10/2017, 22:32 por Umikiba Kaido.)
Como era de esperarse de un tipo tan galante como Mogura, el médico de Amegakure se dio la tarea de soltar uno de sus discursos más refinados y con contenido que seguro habría dicho nunca. Clamó que su camino era apuntar a ser el mejor de todos los médicos de la aldea, y que se le mirase por ese logro, y no cualquier otro.
De cualquier forma, lo que más le sorprendió fue su ofrecimiento. Un ofrecimiento que quizás, a pesar de las rencillas que habían estado teniendo ambos desde que se conocieron, allá en la salida de la aldea; le habrá salido no del corazón sino de su instinto profesional. Una especie de muestra de poder, donde embulló su mano de un chakra visiblemente verdoso, y con la otra señaló su herida.
Kaido alzó una ceja, confuso. Y no pudo hacer más que extender su brazo, y arrancarse la venda. Ahí tenía un buen tajo a medio cicatrizar provocado por una de las armas de la zorra inmortal.
—Como llegues a envenenarme... —bromeó.
De cualquier forma, lo que más le sorprendió fue su ofrecimiento. Un ofrecimiento que quizás, a pesar de las rencillas que habían estado teniendo ambos desde que se conocieron, allá en la salida de la aldea; le habrá salido no del corazón sino de su instinto profesional. Una especie de muestra de poder, donde embulló su mano de un chakra visiblemente verdoso, y con la otra señaló su herida.
Kaido alzó una ceja, confuso. Y no pudo hacer más que extender su brazo, y arrancarse la venda. Ahí tenía un buen tajo a medio cicatrizar provocado por una de las armas de la zorra inmortal.
—Como llegues a envenenarme... —bromeó.