13/10/2017, 17:24
(Última modificación: 13/10/2017, 17:25 por Uchiha Datsue.)
Dos días después...
Datsue atravesaba a grandes zancadas el túnel que conducía al interior del estadio. Vestía sus habituales ropas, esta vez con los cabellos envueltos en un simple moño, y tenía el antebrazo derecho cubierto de vendas. Caminaba decidido y resuelto, como si supiese exactamente a qué habían sido convocados allí, y no estuviese nervioso por ello.
Por supuesto, ambas cosas eran falsas. Pero el Uchiha tenía una máxima: si estás nervioso, al menos aparenta no estarlo.
—¿Por qué narices eligió este lugar para reunirnos? —preguntó, a Akame, que caminaba a su lado—. No será para… luchar, ¿no? —Un escalofrío recorrió su espina dorsal solo de pensarlo. A Datsue le habían dicho que guardase reposo absoluto durante una semana, además de visitas periódicas al médico para ver su evolución y cambiarle los vendajes. Un entrenamiento con un jōnin, no entraba, ni mucho menos, dentro de las indicaciones que le habían dado.
Entonces les llegó una súbita luz, seguida del sonido de un trueno, que retumbó por las paredes del pasillo como si hubiese caído allí mismo. Datsue detuvo su paso por un momento. Hubiese jurado que el cielo estaba tan claro y azul como los ojos de Uzumaki Eri cuando abandonaron el hospital en dirección al estadio. ¿Tan rápido se podía formar una tormenta?
Otra luz; y otro trueno, que hizo vibrar el aire y ponerle los pelos de punta. No por miedo, sino por la electricidad estática acumulada en el aire. «¿Qué cojones…?»
Cuando el pasillo se acabó al fin, adentrándose en las entrañas del estadio, ambos Uchihas descubrieron el causante de tanto revuelo. Dos ninjas luchaban en un encarnizado combate en el centro. Uno, reconoció en seguida Datsue, era Raito. El otro… era más bien otra. Una kunoichi de pelo negro. Poco más pudo distinguir de ella, salvo que le envolvía una capa de chakra eléctrico, visible incluso sin sharingan, y que se movía tan rápido que a sus ojos apenas era una mancha borrosa que se movía de un lado a otro, bailando alrededor de Raito.
De vez en cuando, un grito, agudo y fuerte, como el que se da cuando se hace un súbito esfuerzo físico. Ese grito solía preceder a un golpe por parte de la kunoichi, que, de dar en su objetivo, a buen seguro le hubiese partido en dos. Pero no daba. Pese a que Raito apenas se moviese de su sitio, parecía evadir todos y cada uno de esos puñetazos, patadas o rodillazos que volaban como saetas directas hacia él.
Ella era violenta y furiosa como una tormenta. Un derroche de poderío físico sin igual. Él era calmado y tranquilo como la superficie de un estanque. Economizaba sus movimientos como si por cada gesto de más tuviese que pagar una fortuna en impuestos. Era huidizo e inalcanzable, como el amor platónico que no te corresponde, pero que te da esperanzas. Siempre tan cerca que piensas que puedes atraparle… y a la vez tan lejos.
—¡Yay! —otro grito; otra embestida. Pero esta vez Raito dejó a un lado el capote con el que la toreaba y utilizó el estoque.
Datsue no supo distinguir muy bien qué había pasado, pero la kunoichi salió catapultada en dirección contraria como si la hubiesen golpeado con un enorme martillo de guerra. Raito, a su vez, permaneció en su sitio. Donde siempre había estado desde que los Uchihas habían entrado al estadio.
—Sigues sin aprovecharlo. —La voz estricta de Raito llegó a los oídos de ambos. Luego, al éste reconocerles, vieron cómo les hacía un ademán para que se acercaran—. Descanso de diez minutos, Yume.
Yume, que había permanecido tirada en el suelo hasta entonces, chasqueó la lengua, irritada. Pero no protestó. En su lugar, se reunió con Raito y los dos gennins, que ya se habían acercado como les habían pedido. Fue entonces cuando los ojos de Datsue se fijaron más en ella. Uchiha Datsue hubiese podido decir muchas cosas de aquella chica, pero lo que más le llamó la atención fue su…
… colorido. Sí, su colorido, porque Yume era una almogama de colores muy diferenciados entre sí. Tenía el pelo blanco y largo que le caía hasta más allá de sus hombros. En la frente, y haciendo que sus cabellos cayesen hacia atrás, una cinta de color marrón. Pero no era la típica bandana ninja, pues aunque sí tenía el símbolo de la Aldea en ella —coloreada en rojo—, no poseía placa metálica alguna, sino que todo era de una tela parecida al cuero. Tenía ojos de distinto color. ¿Heterocromía? Ni mucho menos. Su ojo izquierdo era de color ámbar; su derecho, rojo y con tres tomoe alrededor de la pupila. Su tez no era morena ni pálida. Sus labios, rojos por la sangre que salía de su boca y discurría, como un pequeño río, por su piel hasta desaparecer bajo la ropa. Por si aquello no bastase, una pluma de color azul, anudada en un lateral de su bandana, le caía por encima de donde debía estar su oreja hasta rozarle el hombro. Tenía las uñas pintadas de color morado, varios tatuajes en los dedos —y seguramente más repartidos por otros puntos de su cuerpo—, y vestía con una larga túnica marrón y roja que cubría la mayor parte de su figura.
—¿Son los responsables de que me quedase sin entrenamiento anteayer? —preguntó, mientras se colocaba la bandana de tal forma que ocultase su ojo derecho. Respiraba de forma entrecortada, como si le faltase el aire, y varias gotas de sudor corrían por su piel. Entonces, escupió un esputo sanguinolento a un lado.
—Esos modales —le corrigió Raito, con voz severa, pero no tan severa como la que había empleado para reprender a los dos gennins días atrás—. Te presento a Uchiha Datsue y Uchiha Akame.
Por un momento, Datsue odió a Akame más que a cualquier otro hombre en su corta existencia. Porque el rostro de ella había cambiado al oír el nombre de su compañero, y no el suyo propio.
—El campeón del torneo. —Le miró de arriba abajo, como un cliente miraría de arriba abajo al caballo que le quieren vender, tratando de averiguar si vale la fortuna que piden por él. Frunció los labios, y emitió un leve sonido de decepción—. Te imaginaba más alto —dijo Yume, que, pese a notarse ser un par de años mayor a él, era de su misma estatura.
—Os presento a Yume, Chūnin de Uzushiogakure no Sato —continuó Raito, ajeno a la interrupción. Entonces la miró—. ¿Nos das un momento?
La kunoichi realizó una pequeña reverencia con la cabeza, y, tras lanzarles una última mirada que Datsue fue incapaz de descifrar, se alejó. Raito cruzó los brazos tras la espalda. Pese a que no se veía tan cansado, varias gotas de sudor también perlaban su frente.
—Y bien —dijo—, ¿por qué estáis aquí?
Al Uchiha casi se le desencaja la boca. ¿Cómo que por qué estaban allí? Lo había dicho de tal forma que parecía que no hubiese sido él mismo quien les hubiese convocado a aquella hora y a aquel lugar. ¿O acaso era un pregunta trampa?
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado