24/10/2017, 10:20
Su respuesta llegó a la pelirroja como un cántico de salvación. La muchacha saltó, emocionada, en el mismo banco donde se se sentaba y entonces tomó la mano de Ayame, que volvió a tensarse como las cuerdas de un violín.
—¡Gracias! ¡Gracias! —exclamaba, con los ojos brillantes de ilusión.
Y Ayame respiró hondo, aliviada. En realidad, la única razón por la que había accedido a hacer aquella locura había sido por no desilusionarla a ella. No la conocía de nada, debería serle indiferente, pero después de haber visto la ilusión que profesaba por aquel concurso de música, Ayame no tenía el corazón de piedra como para dejarla en la estacada...
—¡Bah! No te preocupes por eso —comentó la pelirroja, en respuesta a su inseguridad—, a mí lo que me interesa es subir allí y demostrarles que nosotras también podemos hacerlo bien, no necesito un premio que lo demuestre —alegó, mientras se reincorporaba. Al menos ella parecía bastante decidida. Sin saberlo, ella se había convertido en el apoyo que necesitaba Ayame para levantarse—. Bueno, ¿vamos?
—S... Supongo... —suspiró ella, rendida.
Se levantó y echó a andar de nuevo junto a Eri. Ambas se sumergieron entre la multitud, retomando de nuevo el camino hacia el lugar de emplazamiento del concurso. Sin embargo, para Ayame, era como si se estuviera dirigiendo a paso rápido hacia la horca.
—¿Crees... que habrá mucha gente allí? —preguntó, con un hilo de voz.
—¡Gracias! ¡Gracias! —exclamaba, con los ojos brillantes de ilusión.
Y Ayame respiró hondo, aliviada. En realidad, la única razón por la que había accedido a hacer aquella locura había sido por no desilusionarla a ella. No la conocía de nada, debería serle indiferente, pero después de haber visto la ilusión que profesaba por aquel concurso de música, Ayame no tenía el corazón de piedra como para dejarla en la estacada...
—¡Bah! No te preocupes por eso —comentó la pelirroja, en respuesta a su inseguridad—, a mí lo que me interesa es subir allí y demostrarles que nosotras también podemos hacerlo bien, no necesito un premio que lo demuestre —alegó, mientras se reincorporaba. Al menos ella parecía bastante decidida. Sin saberlo, ella se había convertido en el apoyo que necesitaba Ayame para levantarse—. Bueno, ¿vamos?
—S... Supongo... —suspiró ella, rendida.
Se levantó y echó a andar de nuevo junto a Eri. Ambas se sumergieron entre la multitud, retomando de nuevo el camino hacia el lugar de emplazamiento del concurso. Sin embargo, para Ayame, era como si se estuviera dirigiendo a paso rápido hacia la horca.
—¿Crees... que habrá mucha gente allí? —preguntó, con un hilo de voz.