8/11/2017, 20:23
(Última modificación: 8/11/2017, 20:28 por Uchiha Datsue.)
La primera en llegar fue Eri, abrazándose a sí misma y tiritando. «Ah, mujeres… Siempre pasando frío para poder llevar ese conjunto que tanto les gusta», pensó, esbozando una pequeña sonrisa. De haber estado alguien con él en su apartamento, y de haberle leído el pensamiento, seguramente le hubiese llamado hipócrita. Media hora se había pasado frente al espejo, rechazando finalmente la idea de ponerse un gorro de lana blanco y una bufanda simplemente porque no combinaban bien con los colores del yukata.
—H-hola Datsue... —dijo la joven entre tiritonas —. La próxima vez puedes avisar antes, bonito.
Ah, si Eri supiese… En aquella semana no había parado. Primero a Yamiria, en busca de sus frascos de la felicidad. Luego a Ushi, a sellarse en un pergamino un pequeño tanque de agua. De ahí a comprarse ropa para el largo viaje que pensaba hacerse con Aiko. Por eso, una nota en la puerta fue el método más eficaz y rápido que se le ocurrió para avisar, teniendo la agenda tan apretada.
Pero no quería aburrirla con tanta explicación, así que simplemente…
—Tú sí que eres bonita —replicó, con guasa, guiñándole un ojo. A veces un halago en el momento idóneo hacía milagros: amainaba la tormenta antes incluso de que ésta se produjese—. Por cierto, me gusta ese nuevo peinado. Te queda bien —añadió, no fuese a quedarse corto, señalando los dos moños laterales que se había hecho en lugar de sus habituales coletas largas. Lo cierto es que le gustaba más así, pero tampoco había que pasarse de sincero, o un halago se convertiría en una crítica velada a su anterior peinado… y entonces ya la tendría liada.
Sin tiempo a añadir nada más, Inuzuka Nabi, el invitado de honor a aquella fiesta, hizo su aparición. No podía ser de otra manera que dando el cante, por supuesto, o aquel chico de cabellos marrones hubiese sido un impostor. Llegó derrapando y con la lengua fuera, cual perro exhausto, y lo primero que se le ocurrió decir fue…
—¡¿Cómo?! —exclamó Datsue, sin saber si reír, avergonzarse o sentirse ofendido. Al final la mueca que compuso fue una mezcla rara de las tres—. ¿Ginecólogo, yo? ¡Ah! —se llevó una mano a la cabeza—. Por lo del otro día… Serás melón… —Suspiró—. ¿Qué? ¿No te mola el nuevo sitio que el papá Datsue te consiguió, o qué?
La última vez que se habían visto habían fijado el lugar de celebración en el apartamento del Uchiha, un cuchitril que no pasaba de los sesenta metros cuadrados, y de eso… ¡De eso pasaban a una jodida mansión! ¿No era para alegrarse?
Su rostro, sin embargo, parecía indicar lo contrario, y es que a sus espaldas venía...
—Señores.
Un escalofrío recorrió su espina dorsal, mientras se le helaba la sangre. Era Katsumi, una de las tantas hermanas de Koko. Como todas las Sakamotos, tenían su parte de locura... pero ella era un caso exagerado. Por suerte, se alejó de ellos sin decir nada más, y poco después llegó Koko, quien les dio las indicaciones necesarias para ubicar el comedor. El Uchiha estaba a punto de emprender la marcha cuando de pronto vio a alguien acercándose.
—Creo que ahí viene otro invitado… —murmuró, todavía pálido por la visión de Katsumi.
Efectivamente, así era. De la calle por la que habían venido ambos ninjas, ahora se veía a un tercero. Una chica, algo más alta que cualquiera de los tres, que tenía una melena larga y lisa, de color negro. Alejada de su habitual vestimenta ninja, cómoda y flexible para el combate, la kunoichi se había vestido también con un yukata, de falda corta y color violeta oscura, con finas franjas negras cruzándola tanto en vertical como horizontal. Tenía medias oscuras hasta algo más de las rodillas, casi negras. En definitiva, la kunoichi había optado —quizá adrede, o quizá por descuido también— por ropas veraniegas. Aunque parecía no tener tanto frío como Eri… o al menos lo disimulaba mejor.
Los chicos la reconocieron en seguida: se trataba de Aburame Plum.
—H-hola Datsue... —dijo la joven entre tiritonas —. La próxima vez puedes avisar antes, bonito.
Ah, si Eri supiese… En aquella semana no había parado. Primero a Yamiria, en busca de sus frascos de la felicidad. Luego a Ushi, a sellarse en un pergamino un pequeño tanque de agua. De ahí a comprarse ropa para el largo viaje que pensaba hacerse con Aiko. Por eso, una nota en la puerta fue el método más eficaz y rápido que se le ocurrió para avisar, teniendo la agenda tan apretada.
Pero no quería aburrirla con tanta explicación, así que simplemente…
—Tú sí que eres bonita —replicó, con guasa, guiñándole un ojo. A veces un halago en el momento idóneo hacía milagros: amainaba la tormenta antes incluso de que ésta se produjese—. Por cierto, me gusta ese nuevo peinado. Te queda bien —añadió, no fuese a quedarse corto, señalando los dos moños laterales que se había hecho en lugar de sus habituales coletas largas. Lo cierto es que le gustaba más así, pero tampoco había que pasarse de sincero, o un halago se convertiría en una crítica velada a su anterior peinado… y entonces ya la tendría liada.
Sin tiempo a añadir nada más, Inuzuka Nabi, el invitado de honor a aquella fiesta, hizo su aparición. No podía ser de otra manera que dando el cante, por supuesto, o aquel chico de cabellos marrones hubiese sido un impostor. Llegó derrapando y con la lengua fuera, cual perro exhausto, y lo primero que se le ocurrió decir fue…
—¡¿Cómo?! —exclamó Datsue, sin saber si reír, avergonzarse o sentirse ofendido. Al final la mueca que compuso fue una mezcla rara de las tres—. ¿Ginecólogo, yo? ¡Ah! —se llevó una mano a la cabeza—. Por lo del otro día… Serás melón… —Suspiró—. ¿Qué? ¿No te mola el nuevo sitio que el papá Datsue te consiguió, o qué?
La última vez que se habían visto habían fijado el lugar de celebración en el apartamento del Uchiha, un cuchitril que no pasaba de los sesenta metros cuadrados, y de eso… ¡De eso pasaban a una jodida mansión! ¿No era para alegrarse?
Su rostro, sin embargo, parecía indicar lo contrario, y es que a sus espaldas venía...
—Señores.
Un escalofrío recorrió su espina dorsal, mientras se le helaba la sangre. Era Katsumi, una de las tantas hermanas de Koko. Como todas las Sakamotos, tenían su parte de locura... pero ella era un caso exagerado. Por suerte, se alejó de ellos sin decir nada más, y poco después llegó Koko, quien les dio las indicaciones necesarias para ubicar el comedor. El Uchiha estaba a punto de emprender la marcha cuando de pronto vio a alguien acercándose.
—Creo que ahí viene otro invitado… —murmuró, todavía pálido por la visión de Katsumi.
Efectivamente, así era. De la calle por la que habían venido ambos ninjas, ahora se veía a un tercero. Una chica, algo más alta que cualquiera de los tres, que tenía una melena larga y lisa, de color negro. Alejada de su habitual vestimenta ninja, cómoda y flexible para el combate, la kunoichi se había vestido también con un yukata, de falda corta y color violeta oscura, con finas franjas negras cruzándola tanto en vertical como horizontal. Tenía medias oscuras hasta algo más de las rodillas, casi negras. En definitiva, la kunoichi había optado —quizá adrede, o quizá por descuido también— por ropas veraniegas. Aunque parecía no tener tanto frío como Eri… o al menos lo disimulaba mejor.
Los chicos la reconocieron en seguida: se trataba de Aburame Plum.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado