16/11/2017, 01:15
Por una vez, y pese a mis nulas capacidades de liderazgo, todos estaban de acuerdo en que teníamos que buscar la cocina. Bueno, todos menos Ayame, que dada su situación era difícil siquiera que me hubiera escuchado. Conocía ese terror. Sabía muy bien que ese miedo te golpeaba tan fuerte como un tetsubo. Aunque en ese momento, no era Ayame la que me importaba.
Y cuando mi plan estaba a punto de llevarse a cabo una puerta se abrió sola. Lo más normal del mundo. Y para más inri, un haz de luz surgido de la habitación. Todo mi plan se estaba yendo al traste, porque, sabiendo lo que sentía Ayame, no iba a querer alejarse de la luz. Para mis adentros, y sabiendo que mis plegarias no llegarían a nada, recé en vano para que aquello fuese la cocina.
Como cabía esperar, Ayame salió disparada para encontrarse con su amado haz de luz, para tropezar de nuevo con algo espantoso, algo que no alcanzaba a ver desde mi posición. Solo era una suposición, claro, por el grito que había salido de ella. Juro y Riko la siguieron. Yo tenía otros problemas.
Primero, mi estómago rugió con fuerza, exigiéndome su dosis. Segundo, el cuerpo dejó de responderme y mi mente dejo de pensar en lo que tenía que pensar y se fue por los ramales. Solo había un dibujo en mi cabeza, un solo objeto: Una mazorca.
Quería moverme, quería investigar que había en aquella habitación donde la luz se había encendido. Pero lo máximo que alcance fue caer al suelo de rodillas y agarrarme el estómago con fuerza como si aquello fuera a solucionar mi problema.
En ese momento ya no era dueño de mi cuerpo, no era dueño de mi cabeza, no era dueño de nada. Y mi cuerpo exigía un bocado de maíz como un alcohólico en busca de un sorbo de cerveza en mitad de un desierto.
Y como un zombie pidiendo cerebros solo alcance a articular unas pocas palabras
—Ma…maíz… nece…sito…ma...íz…
No me quedaba fuerza de voluntad para luchar contra mi adicción. Y me encantaría decir que no sabía cuándo, ni como, ni por que había llegado a aquel extremo. Pero por desgracia, sí que conocía las respuestas a todas esas incógnitas.
Y había otro problema. Un problema en el que, por culpa de mi desesperación por alimentarme que aquel rico cereal, no estaba teniendo en cuenta. Tenía una máscara que cubría todo mi rostro a excepción de un ojo, no podía comer ni beber aunque encontrara la más deliciosa de las mazorcas o el mejor batido de maíz del mundo.
Y no era el único, si no conseguíamos salir de allí o no nos mataban aquellos perseguidores de los que todos parecíamos habernos olvidado, entonces moriríamos de hambre y de sed. Pero ¿Qué podía hacer yo? Ni siquiera era capaz de controlarme a mí mismo, en aquel instante ni siquiera era capaz de resistirme a mis impulsos.
Y ese fue mi gran problema, tal vez el clímax de mi propia autodestrucción, una simple adicción a algo tan banal como el maíz me llevaría probablemente a la muerte.
Quería correr. Quería abrir todas y cada una de las puertas de aquella horrible casa hasta dar con mi tesoro. Pero mi cuerpo se negaba a reaccionar si no le dabas su droga. En esa situación ¿Qué podía hacer?
Tal vez, debía haberme quedado fuera luchando para morir como un guerrero, pero en vez de eso, lo más probable es que alguien encontrara mi cadáver suplicando por un poco de comida.
Y cuando mi plan estaba a punto de llevarse a cabo una puerta se abrió sola. Lo más normal del mundo. Y para más inri, un haz de luz surgido de la habitación. Todo mi plan se estaba yendo al traste, porque, sabiendo lo que sentía Ayame, no iba a querer alejarse de la luz. Para mis adentros, y sabiendo que mis plegarias no llegarían a nada, recé en vano para que aquello fuese la cocina.
Como cabía esperar, Ayame salió disparada para encontrarse con su amado haz de luz, para tropezar de nuevo con algo espantoso, algo que no alcanzaba a ver desde mi posición. Solo era una suposición, claro, por el grito que había salido de ella. Juro y Riko la siguieron. Yo tenía otros problemas.
Primero, mi estómago rugió con fuerza, exigiéndome su dosis. Segundo, el cuerpo dejó de responderme y mi mente dejo de pensar en lo que tenía que pensar y se fue por los ramales. Solo había un dibujo en mi cabeza, un solo objeto: Una mazorca.
Quería moverme, quería investigar que había en aquella habitación donde la luz se había encendido. Pero lo máximo que alcance fue caer al suelo de rodillas y agarrarme el estómago con fuerza como si aquello fuera a solucionar mi problema.
En ese momento ya no era dueño de mi cuerpo, no era dueño de mi cabeza, no era dueño de nada. Y mi cuerpo exigía un bocado de maíz como un alcohólico en busca de un sorbo de cerveza en mitad de un desierto.
Y como un zombie pidiendo cerebros solo alcance a articular unas pocas palabras
—Ma…maíz… nece…sito…ma...íz…
No me quedaba fuerza de voluntad para luchar contra mi adicción. Y me encantaría decir que no sabía cuándo, ni como, ni por que había llegado a aquel extremo. Pero por desgracia, sí que conocía las respuestas a todas esas incógnitas.
Y había otro problema. Un problema en el que, por culpa de mi desesperación por alimentarme que aquel rico cereal, no estaba teniendo en cuenta. Tenía una máscara que cubría todo mi rostro a excepción de un ojo, no podía comer ni beber aunque encontrara la más deliciosa de las mazorcas o el mejor batido de maíz del mundo.
Y no era el único, si no conseguíamos salir de allí o no nos mataban aquellos perseguidores de los que todos parecíamos habernos olvidado, entonces moriríamos de hambre y de sed. Pero ¿Qué podía hacer yo? Ni siquiera era capaz de controlarme a mí mismo, en aquel instante ni siquiera era capaz de resistirme a mis impulsos.
Y ese fue mi gran problema, tal vez el clímax de mi propia autodestrucción, una simple adicción a algo tan banal como el maíz me llevaría probablemente a la muerte.
Quería correr. Quería abrir todas y cada una de las puertas de aquella horrible casa hasta dar con mi tesoro. Pero mi cuerpo se negaba a reaccionar si no le dabas su droga. En esa situación ¿Qué podía hacer?
Tal vez, debía haberme quedado fuera luchando para morir como un guerrero, pero en vez de eso, lo más probable es que alguien encontrara mi cadáver suplicando por un poco de comida.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)