29/11/2017, 19:44
Nada reseñable ocurrió durante la guardia de Aiko. Poco a poco la noche se fue cerrando, las hogueras se apagaron y los integrantes de la expedición fueron a sus tiendas. Desde donde estaba Aiko —Datsue dormía junto a unas tiendas, a un par de docenas de pasos más allá— pudo ver cómo los obreros se hacinaban en sus precarios tendentes y se tapaban con mantas roídas. También vio a Hanzō, el jefe de los trabajadores, intercambiar unas cuantas palabras con Jonaro antes de que cada uno se metiese en su tienda.
Benimaru, Banadoru y el propio Muten Rōshi ocuparon cada uno sus tiendas individuales. Pronto, todo el campamento quedó en silencio, y la kunoichi se quedó sola con el rumor del viento nocturno y el crujido de las grandes cajas sin desempacar sobre los carromatos. Hasta los camellos parecían en total silencio.
Así transcurrirían las horas, hasta el amanecer o hasta que Aiko despertara a su compañero para el relevo de guardia.
Benimaru, Banadoru y el propio Muten Rōshi ocuparon cada uno sus tiendas individuales. Pronto, todo el campamento quedó en silencio, y la kunoichi se quedó sola con el rumor del viento nocturno y el crujido de las grandes cajas sin desempacar sobre los carromatos. Hasta los camellos parecían en total silencio.
Así transcurrirían las horas, hasta el amanecer o hasta que Aiko despertara a su compañero para el relevo de guardia.