30/11/2017, 23:55
(Última modificación: 30/11/2017, 23:55 por Uchiha Akame.)
Akame estuvo a punto de preguntar algo, pero al ver cómo Eri se le había adelantado, optó por guardar silencio. El Uchiha dudaba mucho que aquel anciano tuviera una respuesta para aquella simple pregunta, que sin embargo era lo que intentaban resolver. El centro de la misión, la piedra angular del cometido de ellos tres en Ichiban. Si aquel tipo tan siniestro y lamentable al mismo tiempo tenía la información que estaban buscando, su misión podría acabar allí mismo. «Al fin y al cabo, el señor Takeda sólo quiere que averigüemos lo que ocurre... Nadie ha dicho nada de ponerle solución», pensó el gennin.
Sin embargo, no iba a ser tan fácil. Nada en el mundo ninja lo era. Ante la pregunta de Eri el anciano alzó la mirada, que destelló con un brillo violáceo a la tenue luz de la chimenea, y luego movió la cabeza hacia un lado. Fue un movimiento corto, apenas perceptible, casi perezoso. Como si hubiese tenido que reunir toda su fuerza de voluntad para hacerlo. Parecía una negación.
—Un anciano sabe de la familia... Niños jóvenes, no merecen sufrir —respondió, con un hilo de voz. Su mirada se enturbió y dió otro sorbo a la taza.
Akame se quedó esperando a que dijese algo más, cosa que no sucedió. El Uchiha suspiró, se notaba pesado y con la cabeza embotada. No le gustaba estar allí dentro. Viendo que la conversación no iba a llegar más lejos por aquel camino, decidió cambiar de tercio.
—¿Quién construyó el edificio en ruinas?
La cabeza del anciano se movió ligeramente hacia arriba, como accionada por un resorte. Sus ojos se mantuvieron bajos, fijos en la taza de la que no bebió un sorbo... Sino un trago.
—Los maestros... Lo construyeron. Un anciano no debe decir... No debe decir sus nombres... Ellos... —el viejo empezó a temblar, ligeramente al principio, con más violencia después—. ¡Un anciano... Un anciano no sabía! ¡Fue hace... Hace mucho tiempo! ¡Hace una eternidad! —alzó la vista y clavó sus ojos en los de Eri—. ¿¡O tal vez no tanto!? ¿¡Tal vez fue justo ayer!? —su voz se había transformado, y ahora ganaba potencia en ella un tono aterrado y sumamente nervioso.
Sin embargo, no iba a ser tan fácil. Nada en el mundo ninja lo era. Ante la pregunta de Eri el anciano alzó la mirada, que destelló con un brillo violáceo a la tenue luz de la chimenea, y luego movió la cabeza hacia un lado. Fue un movimiento corto, apenas perceptible, casi perezoso. Como si hubiese tenido que reunir toda su fuerza de voluntad para hacerlo. Parecía una negación.
—Un anciano sabe de la familia... Niños jóvenes, no merecen sufrir —respondió, con un hilo de voz. Su mirada se enturbió y dió otro sorbo a la taza.
Akame se quedó esperando a que dijese algo más, cosa que no sucedió. El Uchiha suspiró, se notaba pesado y con la cabeza embotada. No le gustaba estar allí dentro. Viendo que la conversación no iba a llegar más lejos por aquel camino, decidió cambiar de tercio.
—¿Quién construyó el edificio en ruinas?
La cabeza del anciano se movió ligeramente hacia arriba, como accionada por un resorte. Sus ojos se mantuvieron bajos, fijos en la taza de la que no bebió un sorbo... Sino un trago.
—Los maestros... Lo construyeron. Un anciano no debe decir... No debe decir sus nombres... Ellos... —el viejo empezó a temblar, ligeramente al principio, con más violencia después—. ¡Un anciano... Un anciano no sabía! ¡Fue hace... Hace mucho tiempo! ¡Hace una eternidad! —alzó la vista y clavó sus ojos en los de Eri—. ¿¡O tal vez no tanto!? ¿¡Tal vez fue justo ayer!? —su voz se había transformado, y ahora ganaba potencia en ella un tono aterrado y sumamente nervioso.