5/12/2017, 13:59
Después de que Daruu consiguiera desayunar al fin, pese al bollo que él decía que no se había comido pero que Ayame le vio coger del plato justo cuando llegó a la pastelería, ambos pusieron rumbo al Distrito Comercial, y de ahí a la torre de El Patito Pluvial.
Ayame, bajo la protección de su paraguas, se quedó momentáneamente paralizada con la boca abierta. Aquel edificio, pese a su denominación, era bastante más grande de lo que había podido imaginar. Juzgando el número de ventanas que se veían en la pared exterior, podía deducir que tenía más de diez pisos de altura, pero al final se cansó de contar. Además, como un flagrante cisne al lado de patos vulgares, la torre destacaba en sí misma sobre el resto de edificios que la rodeaban por las renovaciones que la habían embellecido de arriba a abajo. Y, por si no llegaba a destacar lo suficiente, varios tubos de neón se encargaban de señalarte el cartel de entrada y que rezaba el nombre del recinto por encima del logo de un pato bajo la lluvia.
—¿Cuántos patos van con este, tres ya? —bromeó Daruu.
—Umh... debe estar fallándome la memoria porque sólo recuerdo dos —respondió Ayame, extendiendo los dedos de su mano libre—: El Patito Frito, El Patito Fluvial... ¿Había otro? —Se interrumpió un momento, pensativa, y entonces se le iluminó la bombilla—. ¡Ah, sí! ¡El Patito Frío!
Entraron en la torre, y lo primero que se encontraron fue una recepción de hotel muy similar a la que vieron en El Patito Frito. Aunque, a diferencia de aquella, la forma de la sala era cuadrada y a la izquierda había una escalera que ascendía bordeando las cuatro paredes. A la derecha había un ascensor, y Ayame siguió el aparato con la mirada mientras subía, y subía, y subía hasta donde se perdían sus ojos.
—¡Hombre, dos genin! —exclamó una voz, devolviéndola a la realidad. Un hombre rubio y trajeado se había acercado a ellos al percibir su presencia. Debía de rondar la treintena a juzgar por las facciones de su rostro, pero no era mucho más alto que ellos—. ¿Vosotros sois Daruu y Ayame? —Ambos asintieron en respuesta—. ¡Magníiifico! Entonces sois vosotros los de la obra de teatro, ¿no?
Ayame parpadeó, confundida. ¿Había escuchado bien? Pero no debía ser la única que se había levantado con tapones en los oídos, porque Daruu parecía tan aturdido como ella.
—¿Eh? ¿Qué?
—¡Sí, hombre, sí! ¡Los de la obra de teatro! ¡Con el combate final entre ninjas!
—O... ¿Obra de...? —balbuceó Ayame, esperando que en cualquier momento les dijeran que era una equivocación o, mejor, una simple broma que hacían normalmente a los genin; pero, lejos de aquello, el hombre les animó a seguirle por las escaleras.
Y no tuvieron más remedio que hacerlo.
Daruu la miró, y Ayame le devolvió la mirada con absoluto pavor.
—¡Kōri nos dijo que era un simple combate! —le susurró, en un intento porque el hombre no la escuchara—. ¡Es lo que ponía en el pergamino! N... no... una... una... obra... ¡de teatro!
¿Desde cuándo había pasado de ser una kunoichi al mundo del espectáculo? ¿Pero quiénes se creían que eran ellos? ¡Ella no había hecho más obras que los papeles infantiles e inocentes del colegio cuando eran unos niños! ¿Cómo iba a actuar de forma profesional frente a un público en un evento tan importante como la inauguración de un edificio?
Ayame, bajo la protección de su paraguas, se quedó momentáneamente paralizada con la boca abierta. Aquel edificio, pese a su denominación, era bastante más grande de lo que había podido imaginar. Juzgando el número de ventanas que se veían en la pared exterior, podía deducir que tenía más de diez pisos de altura, pero al final se cansó de contar. Además, como un flagrante cisne al lado de patos vulgares, la torre destacaba en sí misma sobre el resto de edificios que la rodeaban por las renovaciones que la habían embellecido de arriba a abajo. Y, por si no llegaba a destacar lo suficiente, varios tubos de neón se encargaban de señalarte el cartel de entrada y que rezaba el nombre del recinto por encima del logo de un pato bajo la lluvia.
—¿Cuántos patos van con este, tres ya? —bromeó Daruu.
—Umh... debe estar fallándome la memoria porque sólo recuerdo dos —respondió Ayame, extendiendo los dedos de su mano libre—: El Patito Frito, El Patito Fluvial... ¿Había otro? —Se interrumpió un momento, pensativa, y entonces se le iluminó la bombilla—. ¡Ah, sí! ¡El Patito Frío!
Entraron en la torre, y lo primero que se encontraron fue una recepción de hotel muy similar a la que vieron en El Patito Frito. Aunque, a diferencia de aquella, la forma de la sala era cuadrada y a la izquierda había una escalera que ascendía bordeando las cuatro paredes. A la derecha había un ascensor, y Ayame siguió el aparato con la mirada mientras subía, y subía, y subía hasta donde se perdían sus ojos.
—¡Hombre, dos genin! —exclamó una voz, devolviéndola a la realidad. Un hombre rubio y trajeado se había acercado a ellos al percibir su presencia. Debía de rondar la treintena a juzgar por las facciones de su rostro, pero no era mucho más alto que ellos—. ¿Vosotros sois Daruu y Ayame? —Ambos asintieron en respuesta—. ¡Magníiifico! Entonces sois vosotros los de la obra de teatro, ¿no?
Ayame parpadeó, confundida. ¿Había escuchado bien? Pero no debía ser la única que se había levantado con tapones en los oídos, porque Daruu parecía tan aturdido como ella.
—¿Eh? ¿Qué?
—¡Sí, hombre, sí! ¡Los de la obra de teatro! ¡Con el combate final entre ninjas!
—O... ¿Obra de...? —balbuceó Ayame, esperando que en cualquier momento les dijeran que era una equivocación o, mejor, una simple broma que hacían normalmente a los genin; pero, lejos de aquello, el hombre les animó a seguirle por las escaleras.
Y no tuvieron más remedio que hacerlo.
Daruu la miró, y Ayame le devolvió la mirada con absoluto pavor.
—¡Kōri nos dijo que era un simple combate! —le susurró, en un intento porque el hombre no la escuchara—. ¡Es lo que ponía en el pergamino! N... no... una... una... obra... ¡de teatro!
¿Desde cuándo había pasado de ser una kunoichi al mundo del espectáculo? ¿Pero quiénes se creían que eran ellos? ¡Ella no había hecho más obras que los papeles infantiles e inocentes del colegio cuando eran unos niños! ¿Cómo iba a actuar de forma profesional frente a un público en un evento tan importante como la inauguración de un edificio?