9/01/2018, 14:05
—¡Lo hemos conseguido! —le corrigió Eri, acercándose a ella entre pequeños brincos de gorrión. De repente, se abalanzó sobre ella y la abrazó con fuerza—. ¡Gracias, gracias Ayame-san! ¡Eres genial!
—N... no... tienes que dármelas...
A aquellas alturas, Ayame se había sonrojado hasta las orejas. Pero se sentía inmensamente feliz de haber podido ayudar a la muchacha de Uzushiogakure. Sobre el tema del Uchiha, Eri se mostró tan confundida como ella misma lo estaba.
—Seguramente fue algo de los jueces, porque él lo hizo muy bien —asintió la pelirroja, mirando a su alrededor, buscándole—. Pero no pasa nada, Datsue va de un lado a otro haciendo estas cosas, así que no estará triste, no te preocupes.
Ayame correspondió con una sonrisa nerviosa. Sentía lástima por Datsue, pero realmente poco podían hacer. Eri volteó la mirada hacia el escenario, y cuando Ayame la siguió con sus ojos, vio a Kagami Cho recibiendo de los jueces un resplandeciente trofeo bañado en dorado y con forma de nota musical.
—Desde luego que se lo merece. Esa actuación con el violín...
—Creo que aquí se acaba nuestro pequeño equipo, Ayame-san —dijo Eri de repente, y su voz sonó entristecida—. Ojalá pudiese compensártelo de alguna manera, así que si quieres algo, lo que sea, pídemelo, ¿vale?
Ayame se apresuró a alzar ambas manos, agitándolas en el aire.
—¡No me debes nada! No he hecho esto por recibir nada a cambio, de verdad. Para mí ha sido un placer —añadió, con una sonrisa sincera, y entonces se rascó la nuca por debajo del cabello—. Está claro que yo sola no habría subido ahí arriba. Me alegro de haberte ayudado con tu motivación, al menos.
—N... no... tienes que dármelas...
A aquellas alturas, Ayame se había sonrojado hasta las orejas. Pero se sentía inmensamente feliz de haber podido ayudar a la muchacha de Uzushiogakure. Sobre el tema del Uchiha, Eri se mostró tan confundida como ella misma lo estaba.
—Seguramente fue algo de los jueces, porque él lo hizo muy bien —asintió la pelirroja, mirando a su alrededor, buscándole—. Pero no pasa nada, Datsue va de un lado a otro haciendo estas cosas, así que no estará triste, no te preocupes.
Ayame correspondió con una sonrisa nerviosa. Sentía lástima por Datsue, pero realmente poco podían hacer. Eri volteó la mirada hacia el escenario, y cuando Ayame la siguió con sus ojos, vio a Kagami Cho recibiendo de los jueces un resplandeciente trofeo bañado en dorado y con forma de nota musical.
—Desde luego que se lo merece. Esa actuación con el violín...
—Creo que aquí se acaba nuestro pequeño equipo, Ayame-san —dijo Eri de repente, y su voz sonó entristecida—. Ojalá pudiese compensártelo de alguna manera, así que si quieres algo, lo que sea, pídemelo, ¿vale?
Ayame se apresuró a alzar ambas manos, agitándolas en el aire.
—¡No me debes nada! No he hecho esto por recibir nada a cambio, de verdad. Para mí ha sido un placer —añadió, con una sonrisa sincera, y entonces se rascó la nuca por debajo del cabello—. Está claro que yo sola no habría subido ahí arriba. Me alegro de haberte ayudado con tu motivación, al menos.