10/01/2018, 00:54
(Última modificación: 10/01/2018, 00:58 por Amedama Daruu.)
Daruu pegó un sorbo de su refresco con gas y agradeció la inocencia feliz de su compañera. Era en esos momentos cuando más se enamoraba de la muchacha. No eran ni sus ojos, ni su pelo, ni su figura. Era ella en sí misma y su desbordante e infantil felicidad.
—¡Eso no va a pasar, jovencita, jejeje! —No supieron ni de dónde había venido ni desde cuando había estado allí, pero Takeuchi-san les sonreía desde la tercera silla de la mesa, y les habló con su habitual entusiasmo. Daruu se atragantó con la Ame-Cola y la bebida estuvo a punto de salirle por la nariz—. Qué, ¿cómo váis con los ensayos?
—Eh... eh... Esto, bien, bien. Pero, ¿cuánto se supone que tenemos que pelear? ¿Y quién de los dos va a ganar? Bueno, creo que ya ha oído usted nuestras dudas, o... Bueno, no sé cuanto tiempo lleva... aquí.
—¡Espero que los clientes se sorprendan tanto con la obra como tú con mi... espontaneidad, genin-san! —exclamó Takeuchi, motivado—. Pues tu compañera teníoa razón a medias. ¡No terminan enamorados, pero ocurrirá un giro de guión inesperado que les obligará a colaborar!
Daruu torció el gesto, esperando más detalles.
—Para hacer la sorpresa más creíble, no os puedo decir en qué consistirá. Sólo que debéis seguir luchando hasta que ocurra. No os preocupéis. Será... evidente.
Los ojos de Daruu se cruzaron con los de Ayame, con una ceja escéptica que amenazaba con despegar y atravesar el techo.
—Insisto en que no os preocupéis. Y ahora, prestadme atención, ¿de acuerdo? Os contaré lo que tenéis que hacer...
La terraza del Patito Pluvial estaba llena de hombres y mujeres de todo tipo y edad. Era de noche, y la mayor parte del improvisado teatro-bar se sumergía en un mar de sombras. A excepción, por supuesto, de la tarima central.
Daruu y Ayame estaban a cada uno de los dos extremos, donde las escaleras. Los dos acompañaban a un actor que hacía de Señor Feudal. A la señal, comenzaron a caminar hacia el centro. El público aplaudía y les vitoreaba. Para su desgracia, Ayame tuvo que aguantar algún silbido y piropo que otro.
Probablemente por culpa de aquél traje.
O quizás es que el ser humano era así. Sobretodo si tenía la voz grave y un apéndice interesante colgando de la entrepierna.
Daruu avanzó por el pasillo. Tragó saliva. Sentía la mirada de todo el mundo clavándose en él. Hasta ahora había estado tentado por la idea. Al llevar máscara, nadie sabía que era él. Por otra parte, era como el Torneo, ¿no? Pero ahí arriba las cosas eran muy diferentes a como lo había imaginado. Tenía miedo de que algo saliera mal. Cuando luchaba no había guión. No se le podían olvidar las frases. Los pasos.
Los ninjas se plantaron en el escenario central, y Daruu dijo:
—No se preocupe, Señor —intentaba proyectar épica a su voz. Probablemente sonaba ridículo—. Defenderé tu honor y el de todo el Clan del Sol eliminando a este enemigo y a su propio Señor. ¡Márchese y póngase a cubierto!
El actor que hacía de Señor Feudal dio un rodeo y se escondió detrás de la tarima montañosa. El de Ayame debía de hacer lo mismo. Luego, ella debía de decir su frase.
Y Daruu contestaría:
—Silencio, rata. Convertiré tu Luna llena en nueva con mis manos.
«Por Amenokami, ¿quién ha escrito esto? ¿Un mono con un lápiz?», pensó, y comenzó la coreografía como habían planeado. Salió corriendo hacia Ayame para golpearla con el puño derecho.
—¡Eso no va a pasar, jovencita, jejeje! —No supieron ni de dónde había venido ni desde cuando había estado allí, pero Takeuchi-san les sonreía desde la tercera silla de la mesa, y les habló con su habitual entusiasmo. Daruu se atragantó con la Ame-Cola y la bebida estuvo a punto de salirle por la nariz—. Qué, ¿cómo váis con los ensayos?
—Eh... eh... Esto, bien, bien. Pero, ¿cuánto se supone que tenemos que pelear? ¿Y quién de los dos va a ganar? Bueno, creo que ya ha oído usted nuestras dudas, o... Bueno, no sé cuanto tiempo lleva... aquí.
—¡Espero que los clientes se sorprendan tanto con la obra como tú con mi... espontaneidad, genin-san! —exclamó Takeuchi, motivado—. Pues tu compañera teníoa razón a medias. ¡No terminan enamorados, pero ocurrirá un giro de guión inesperado que les obligará a colaborar!
Daruu torció el gesto, esperando más detalles.
—Para hacer la sorpresa más creíble, no os puedo decir en qué consistirá. Sólo que debéis seguir luchando hasta que ocurra. No os preocupéis. Será... evidente.
Los ojos de Daruu se cruzaron con los de Ayame, con una ceja escéptica que amenazaba con despegar y atravesar el techo.
—Insisto en que no os preocupéis. Y ahora, prestadme atención, ¿de acuerdo? Os contaré lo que tenéis que hacer...
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La terraza del Patito Pluvial estaba llena de hombres y mujeres de todo tipo y edad. Era de noche, y la mayor parte del improvisado teatro-bar se sumergía en un mar de sombras. A excepción, por supuesto, de la tarima central.
Daruu y Ayame estaban a cada uno de los dos extremos, donde las escaleras. Los dos acompañaban a un actor que hacía de Señor Feudal. A la señal, comenzaron a caminar hacia el centro. El público aplaudía y les vitoreaba. Para su desgracia, Ayame tuvo que aguantar algún silbido y piropo que otro.
Probablemente por culpa de aquél traje.
O quizás es que el ser humano era así. Sobretodo si tenía la voz grave y un apéndice interesante colgando de la entrepierna.
Daruu avanzó por el pasillo. Tragó saliva. Sentía la mirada de todo el mundo clavándose en él. Hasta ahora había estado tentado por la idea. Al llevar máscara, nadie sabía que era él. Por otra parte, era como el Torneo, ¿no? Pero ahí arriba las cosas eran muy diferentes a como lo había imaginado. Tenía miedo de que algo saliera mal. Cuando luchaba no había guión. No se le podían olvidar las frases. Los pasos.
Los ninjas se plantaron en el escenario central, y Daruu dijo:
—No se preocupe, Señor —intentaba proyectar épica a su voz. Probablemente sonaba ridículo—. Defenderé tu honor y el de todo el Clan del Sol eliminando a este enemigo y a su propio Señor. ¡Márchese y póngase a cubierto!
El actor que hacía de Señor Feudal dio un rodeo y se escondió detrás de la tarima montañosa. El de Ayame debía de hacer lo mismo. Luego, ella debía de decir su frase.
Y Daruu contestaría:
—Silencio, rata. Convertiré tu Luna llena en nueva con mis manos.
«Por Amenokami, ¿quién ha escrito esto? ¿Un mono con un lápiz?», pensó, y comenzó la coreografía como habían planeado. Salió corriendo hacia Ayame para golpearla con el puño derecho.