11/01/2018, 11:23
Daruu parecía sorprendido por la repentina actuación de Ayame, pues aún tardó varios segundos en recuperarse de la impresión.
—¡Así se hará! —respondió, después de un intenso silencio durante el cual el público aguardaba con impaciencia la posible unión de los dos jóvenes enfrentados hasta el momento—. ¡Cuidado, Ayame!
Ella pegó un brinco al escuchar su nombre. Kōri había aparecido de repente frente a ella y el tiempo pareció ralentizarse frente a sus aterrorizados ojos. La gélida brisa que siempre le acompañaba al Jōnin se arremolinó en torno a sus extremidades, haciéndola estremecer, y entonces le vio alzar el brazo. Dirigía la brillante espada de hielo hacia su cuello, tal y como había hecho con los Señores Feudales. Y aquellas armas distaban mucho de las baratijas falsas que habían utilizado hasta el momento. Aquella era una espada de verdad, con un filo de verdad. Y su propio hermano estaba a punto de decapitarla con ella.
No era más que un pequeño gorrión a punto de caer en las garras de un búho. Y sintió, con todo su ser, que en una batalla real, ella estaría muerta.
"Pero no me quedé llorando y sintiéndome un inútil."
Fue entonces cuando lo vio. Sutil y fugaz, como un copo de nieve, pero inconfundible. Kōri le había guiñado un ojo, y Ayame espiró, expulsando con el aire su miedo y su nerviosismo. Aquello ya no era una simple obra de teatro. El público se había borrado de su mente. Era un combate contra su hermano mayor y su sensei.
Se agachó justo en el momento en el que la hoja estaba a punto de rebanarle el cuello, y el filo apenas llegó a rozar sus cabellos. Cerca de ella, por el rabillo del ojo, vio que Daruu se había ocultado en el agua. Y entonces supo que Kōri también debía haberlo visto.
«¡No, no, no! ¡No va a funcionar!» Pensó. Era inútil utilizar el agua contra El Hielo. ¡Lo congelaría! Tenía que actuar. Tenía que alejarle del agua. Tenía que... «Esto no le va a gustar al público...»
Entrelazó las manos en un único sello y chilló. Chilló con todas sus fuerzas, desgañitándose en el proceso. Su voz, amplificada con su chakra, reverberó en todos y cada uno de los pilares de la terraza y chocó violentamente contra Kōri, acuchillando sus tímpanos y rechazándole.
—¡Así se hará! —respondió, después de un intenso silencio durante el cual el público aguardaba con impaciencia la posible unión de los dos jóvenes enfrentados hasta el momento—. ¡Cuidado, Ayame!
Ella pegó un brinco al escuchar su nombre. Kōri había aparecido de repente frente a ella y el tiempo pareció ralentizarse frente a sus aterrorizados ojos. La gélida brisa que siempre le acompañaba al Jōnin se arremolinó en torno a sus extremidades, haciéndola estremecer, y entonces le vio alzar el brazo. Dirigía la brillante espada de hielo hacia su cuello, tal y como había hecho con los Señores Feudales. Y aquellas armas distaban mucho de las baratijas falsas que habían utilizado hasta el momento. Aquella era una espada de verdad, con un filo de verdad. Y su propio hermano estaba a punto de decapitarla con ella.
No era más que un pequeño gorrión a punto de caer en las garras de un búho. Y sintió, con todo su ser, que en una batalla real, ella estaría muerta.
"Pero no me quedé llorando y sintiéndome un inútil."
Fue entonces cuando lo vio. Sutil y fugaz, como un copo de nieve, pero inconfundible. Kōri le había guiñado un ojo, y Ayame espiró, expulsando con el aire su miedo y su nerviosismo. Aquello ya no era una simple obra de teatro. El público se había borrado de su mente. Era un combate contra su hermano mayor y su sensei.
Se agachó justo en el momento en el que la hoja estaba a punto de rebanarle el cuello, y el filo apenas llegó a rozar sus cabellos. Cerca de ella, por el rabillo del ojo, vio que Daruu se había ocultado en el agua. Y entonces supo que Kōri también debía haberlo visto.
«¡No, no, no! ¡No va a funcionar!» Pensó. Era inútil utilizar el agua contra El Hielo. ¡Lo congelaría! Tenía que actuar. Tenía que alejarle del agua. Tenía que... «Esto no le va a gustar al público...»
Entrelazó las manos en un único sello y chilló. Chilló con todas sus fuerzas, desgañitándose en el proceso. Su voz, amplificada con su chakra, reverberó en todos y cada uno de los pilares de la terraza y chocó violentamente contra Kōri, acuchillando sus tímpanos y rechazándole.