11/01/2018, 11:46
—¿Yo? —respondió el extraño hombre de ojos violáceos—. Yo soy parte del grupo de Hiro...
«¿Hiro? ¡¿El mismo Hiro que mencionó Juro antes?!»
—...aquel que fue la víctima sin ni si quiera ser el culpable, pero la casa me acogió, y yo logré mi venganza, todo por la pobre e indefensa Midori, que, casualmente, fue la más sádica de los cinco —continuó, negando con la cabeza. Pero entonces volvió a mirarles y directamente. Su cuerpo cambió súbitamente. Y Ayame soltó un chillido de terror. Aquel hombre era el hombre que habían encontrado ahorcado en la habitación hacía apenas unos minutos. Incapaz de sostenerse sobre sus piernas, Ayame cayó al suelo de culo.
¿Pero cómo era posible? ¡Estaba muerto! Ayame le había visto moverse, ¡pero Riko le había tomado el pulso y había confirmado que estaba muerto!
Y, como si le leyera el pensamiento, siguió hablando:
—En efecto, estoy muerto, pero no por ello he dejado de existir, por eso de vez en cuando invito a gente a jugar conmigo, a tres chicos... Y una chica —concluyó, señalando directamente a la temblorosa Ayame.
El hombre comenzó a acercarse, y aunque se estaba dirigiendo a Riko, Ayame no pudo evitar intentar alejarse del muerto viviente.
—Cuatro partes, es lo que necesitáis, tenéis doce horas, si no... —susurró y sus labios se tensaron en una escalofriante sonrisa—. Uno de vosotros pagará, y, ¿sabéis qué pasará si uno de los cuatro falta? Que los otros tres no saldrán jamás.
Y antes de que pudieran preguntar nada, el hombre desapareció entre las sombras. Pero sus carcajadas seguían reverberando en los oídos de la aterrorizada Ayame.
—No... no entiendo nada... —balbuceó débilmente, con los ojos llenos de lágrimas. Se llevó una mano al pecho. Le dolía el corazón, como si lo estuviera apretando una gélida garra de hierro—. P... ¿Por qué...? ¿Por qué nosotros? ¿Qué hemos hecho para merecer esto? No entiendo nada... Quiero salir de aquí... Quiero... Quiero...
Era demasiado para ella. No comprendía qué era lo que les estaba pasando y era incapaz de pensar fríamente. En aquellos momentos, sólo quería salir de allí cuanto antes y olvidarlo todo. Echaba de menos su casa...
«¿Hiro? ¡¿El mismo Hiro que mencionó Juro antes?!»
—...aquel que fue la víctima sin ni si quiera ser el culpable, pero la casa me acogió, y yo logré mi venganza, todo por la pobre e indefensa Midori, que, casualmente, fue la más sádica de los cinco —continuó, negando con la cabeza. Pero entonces volvió a mirarles y directamente. Su cuerpo cambió súbitamente. Y Ayame soltó un chillido de terror. Aquel hombre era el hombre que habían encontrado ahorcado en la habitación hacía apenas unos minutos. Incapaz de sostenerse sobre sus piernas, Ayame cayó al suelo de culo.
¿Pero cómo era posible? ¡Estaba muerto! Ayame le había visto moverse, ¡pero Riko le había tomado el pulso y había confirmado que estaba muerto!
Y, como si le leyera el pensamiento, siguió hablando:
—En efecto, estoy muerto, pero no por ello he dejado de existir, por eso de vez en cuando invito a gente a jugar conmigo, a tres chicos... Y una chica —concluyó, señalando directamente a la temblorosa Ayame.
El hombre comenzó a acercarse, y aunque se estaba dirigiendo a Riko, Ayame no pudo evitar intentar alejarse del muerto viviente.
—Cuatro partes, es lo que necesitáis, tenéis doce horas, si no... —susurró y sus labios se tensaron en una escalofriante sonrisa—. Uno de vosotros pagará, y, ¿sabéis qué pasará si uno de los cuatro falta? Que los otros tres no saldrán jamás.
Y antes de que pudieran preguntar nada, el hombre desapareció entre las sombras. Pero sus carcajadas seguían reverberando en los oídos de la aterrorizada Ayame.
—No... no entiendo nada... —balbuceó débilmente, con los ojos llenos de lágrimas. Se llevó una mano al pecho. Le dolía el corazón, como si lo estuviera apretando una gélida garra de hierro—. P... ¿Por qué...? ¿Por qué nosotros? ¿Qué hemos hecho para merecer esto? No entiendo nada... Quiero salir de aquí... Quiero... Quiero...
Era demasiado para ella. No comprendía qué era lo que les estaba pasando y era incapaz de pensar fríamente. En aquellos momentos, sólo quería salir de allí cuanto antes y olvidarlo todo. Echaba de menos su casa...