15/02/2018, 12:00
(Última modificación: 15/02/2018, 12:14 por Aotsuki Ayame.)
— Y yo soy Inuzuka Nabi, encantado —respondió el muchacho, y Tsuwamono, con el rostro rojo de ira, se volvió hacia él con sus ojos verdes echando chispas casi de manera literal. ¿Acaso se atrevía a vacilarle?
Abrió la boca para decir algo, pero entonces intervino la jovencita que le acompañaba:
—Disculpe Tono-san, con todos mis respetos, aunque seamos niños, estamos totalmente cualificados para llevar a cabo el trabajo —se defendió, y la cortés educación de la pelirroja pareció aplacar momentáneamente la ira de Tono—. No por nada nuestra villa ha confiado en nosotros para venir hasta aquí. Así que por favor, no se mueva solo por las apariencias.
Inclinó el cuerpo en una reverencia de lo más elegante.
—Uzumaki Eri a su servicio.
El anteriormente presentado como Nabi la imitó, aunque de forma más torpe. Y entonces, Tono escuchó un ladrido cercano. No había reparado en aquel perro oscuro como la noche hasta el momento, pero no pudo sino alzar las cejas en un gesto sorprendido cuando el animal también inclinó el cuerpo como buenamente pudo.
—Y este es Stuffy.
Tono se quedó mirándolos unos segundos con el ceño fruncido. No le hacía ninguna gracia dejar una tarea tan importante en manos de dos mocosos, pero la situación lo ameritaba. La fecha de inauguración de la exposición se acercaba, no había tiempo que perder en reclamaciones o buscando otra ayuda.
—"Tsuwamono-san" —corrigió, mirando directamente a Eri. Había alzado la barbilla, pero no tardó en hundir los hombros con un sonado suspiro—. Si es que debería haberle pedido ayuda a Amegakure o Kusagakure, con tantos cambios de Kage Uzushiogakure se está hundiendo en la miseria... —se volvió hacia los guardias—. ¡Abrid las puertas!
—¡Sí, señor!
Y mientras los dos guardias se afanaban por abrir los portones del castillo, Tono pareció acordarse de algo. Se volvió hacia los dos chicos, y sus ojos se posaron enseguida en el pequeño perro que les acompañaba.
—No están permitidos los perros dentro del museo.
Abrió la boca para decir algo, pero entonces intervino la jovencita que le acompañaba:
—Disculpe Tono-san, con todos mis respetos, aunque seamos niños, estamos totalmente cualificados para llevar a cabo el trabajo —se defendió, y la cortés educación de la pelirroja pareció aplacar momentáneamente la ira de Tono—. No por nada nuestra villa ha confiado en nosotros para venir hasta aquí. Así que por favor, no se mueva solo por las apariencias.
Inclinó el cuerpo en una reverencia de lo más elegante.
—Uzumaki Eri a su servicio.
El anteriormente presentado como Nabi la imitó, aunque de forma más torpe. Y entonces, Tono escuchó un ladrido cercano. No había reparado en aquel perro oscuro como la noche hasta el momento, pero no pudo sino alzar las cejas en un gesto sorprendido cuando el animal también inclinó el cuerpo como buenamente pudo.
—Y este es Stuffy.
Tono se quedó mirándolos unos segundos con el ceño fruncido. No le hacía ninguna gracia dejar una tarea tan importante en manos de dos mocosos, pero la situación lo ameritaba. La fecha de inauguración de la exposición se acercaba, no había tiempo que perder en reclamaciones o buscando otra ayuda.
—"Tsuwamono-san" —corrigió, mirando directamente a Eri. Había alzado la barbilla, pero no tardó en hundir los hombros con un sonado suspiro—. Si es que debería haberle pedido ayuda a Amegakure o Kusagakure, con tantos cambios de Kage Uzushiogakure se está hundiendo en la miseria... —se volvió hacia los guardias—. ¡Abrid las puertas!
—¡Sí, señor!
Y mientras los dos guardias se afanaban por abrir los portones del castillo, Tono pareció acordarse de algo. Se volvió hacia los dos chicos, y sus ojos se posaron enseguida en el pequeño perro que les acompañaba.
—No están permitidos los perros dentro del museo.