17/02/2018, 22:04
Mogura dirigió la mirada de sus ojos oscuros hacia la torre. Parecía concentrado, como si estuviera intentando ver algo de lo que se estaba refiriendo Ayame; pero, al igual que ella, no llegó a distinguir nada entre los marcos de las ventanas y la cortina de lluvia que los envolvía.
—Entiendo. Me temo que no he escuchado esos rumores... —respondió al fin, volviendo a mirarla. A Ayame no le extrañó. Los rumores de los que hablaba eran más bien recientes, y eran los niños que iban a la academia los que más hablaban del tema, pero en los últimos días, Ayame oía hablar sobre ello más a menudo. Y tal había sido así, que al final la curiosidad había vencido al miedo y la había arrastrado hasta allí—. ¿Cuánto tiempo has invertido en esta actividad?
Ella meneó la cabeza, pensativa.
—Pues desde esta tarde, que es cuando me he atrevido a venir... Pero por el momento no he visto nada —respondió, ligeramente sonrojada. Entonces sus ojos se iluminaron al caer en la cuenta de algo. Ella sola no se atrevería a hacerlo, pero ahora que estaba Mogura allí podría aprovechar la ocasión que se le presentaba—. ¡Ya sé! Quizás tenemos que entrar dentro para ver si es verdad. ¿Me acompañas, Mogura-senpai? —Le pidió, con las manos entrelazadas a la altura del pecho.
—Entiendo. Me temo que no he escuchado esos rumores... —respondió al fin, volviendo a mirarla. A Ayame no le extrañó. Los rumores de los que hablaba eran más bien recientes, y eran los niños que iban a la academia los que más hablaban del tema, pero en los últimos días, Ayame oía hablar sobre ello más a menudo. Y tal había sido así, que al final la curiosidad había vencido al miedo y la había arrastrado hasta allí—. ¿Cuánto tiempo has invertido en esta actividad?
Ella meneó la cabeza, pensativa.
—Pues desde esta tarde, que es cuando me he atrevido a venir... Pero por el momento no he visto nada —respondió, ligeramente sonrojada. Entonces sus ojos se iluminaron al caer en la cuenta de algo. Ella sola no se atrevería a hacerlo, pero ahora que estaba Mogura allí podría aprovechar la ocasión que se le presentaba—. ¡Ya sé! Quizás tenemos que entrar dentro para ver si es verdad. ¿Me acompañas, Mogura-senpai? —Le pidió, con las manos entrelazadas a la altura del pecho.