26/02/2018, 13:15
—Ayame-san —la llamó Mogura, y Ayame se volvió hacia él, intentando ignorar las tenebrosas sombras que dibujaba la luz de la linterna en su rostro—. No se podría esperar una menor demostración de habilidad por parte de una kunoichi de tu calibre.
Ella sintió el intenso calor del rubor en sus mejillas.
—N... ¡No digas tonterías! —exclamó, risueña, agitando una mano en el aire. Ni siquiera sabía si estaba hablando en broma o en serio (muchas veces Mogura podía llegar a ser casi tan inexpresivo como su hermano, un hecho que hasta el momento había creído imposible en cualquier otra persona), pero no pudo evitar sentirse terriblemente halagada por el chūnin.
—¡Pero eso no cambia el hecho de que si te atrapan te meterás en problemas...! ¡Debes tranquilizarte o te equivocaras y alguien notara que estas aquí...! —añadió, y en aquella ocasión si notó cierta diversión en su voz.
—Lo sé —asintió ella, más seria—. Por eso tenemos que darnos prisa...
Con el corazón agarrado a su garganta, atravesaron el hall principal y echaron a andar hacia las escaleras más cercanas. Ayame pisaba con cuidado tratando de hacer el menor ruido posible mientras subía escalón a escalón con sus piernas de gelatina. Sus ojos temblorosos iban de aquí para allá, pero siempre intentaba no mirar más allá de donde quedaba la seguridad que marcaba su linterna con su luz.
—Y... y... ¿y como te va en tu nueva vida como Chūnin, Mogura-senpai? —le preguntó a su compañero en un susurro, en un desesperado intento por desviar la atención del destino que se avecinaba con cada escalón subido—. Yo estoy trabajando duro... ¡espero no tardar mucho en presentarme al examen!
Ella sintió el intenso calor del rubor en sus mejillas.
—N... ¡No digas tonterías! —exclamó, risueña, agitando una mano en el aire. Ni siquiera sabía si estaba hablando en broma o en serio (muchas veces Mogura podía llegar a ser casi tan inexpresivo como su hermano, un hecho que hasta el momento había creído imposible en cualquier otra persona), pero no pudo evitar sentirse terriblemente halagada por el chūnin.
—¡Pero eso no cambia el hecho de que si te atrapan te meterás en problemas...! ¡Debes tranquilizarte o te equivocaras y alguien notara que estas aquí...! —añadió, y en aquella ocasión si notó cierta diversión en su voz.
—Lo sé —asintió ella, más seria—. Por eso tenemos que darnos prisa...
Con el corazón agarrado a su garganta, atravesaron el hall principal y echaron a andar hacia las escaleras más cercanas. Ayame pisaba con cuidado tratando de hacer el menor ruido posible mientras subía escalón a escalón con sus piernas de gelatina. Sus ojos temblorosos iban de aquí para allá, pero siempre intentaba no mirar más allá de donde quedaba la seguridad que marcaba su linterna con su luz.
—Y... y... ¿y como te va en tu nueva vida como Chūnin, Mogura-senpai? —le preguntó a su compañero en un susurro, en un desesperado intento por desviar la atención del destino que se avecinaba con cada escalón subido—. Yo estoy trabajando duro... ¡espero no tardar mucho en presentarme al examen!