12/03/2018, 22:54
(Última modificación: 12/03/2018, 22:57 por Himura Ren.)
Las bastas Tierras de la Llovizna, unas grandes extensiones de color verde que provoca la perdida de la mirada con facilidad; pese a que la lluvia en ocasiones puede llegar a ser tan dura como la de la propia Amegakure, esta no posee tal intensidad y capacidad, llueve de manera continua, pero con suavidad; las propias gotas de agua parecen acariciar las hojas de los arboles y las briznas de hierba. Aquellos que habitan en los pueblos o casas apartadas en esta zona, les resulta relajante el sonido de la lluvia sobre sus ventanas.
Ryuko por fin se encontraba cerca de su destino, el largo trayecto desde Amegakure hasta las Tierras de la Llovizna no fue complicado, emprendió su camino gracias a la ayuda de Oda, quien le consiguió un caballo en alquiler con facilidad. Se trataba de su primer viaje fuera de la aldea principal, y pese a que solo iba a por unas hierbas y semillas para un té de su maestro, la emoción le inundaba; hasta que llegaron las largas horas a caballo.
— Ieeeeeeeeeeeeeeeeee... ¿Cuanto más falta para llegar?... — replicaba Ryuko sobre el equino a los Dioses. Minutos mas tarde, este se paró en seco, zarandeando a Ryuko y haciendo que se cayera por un lateral al camino. Pringada de barro hasta las rodillas, y con la cara prningada, Ryuko busco al causante para acabar gritándole a un árbol por falta de visión.
— ¿¡Pero a ti que te pasa!? ¿¡Por qué te paras de golpe!?
El caballo relinchó, poniéndose sobre dos patas para después dejarlas caer bruscamente, salpicando de barro aún más a la kunoichi. Acto seguido, este emprendió la marcha por donde habían venido.
— ¡Pero bueno! ¡¿Que es lo que te pasa!? ¡¿Y ahora por qué te largas?! — El caballo se perdió minutos después en el horizonte, dejando a la joven kunoichi a solas con sus pensamientos. Nada más aparte de la lluvia y sus inertes pertenencias le hacían compañía. — Si se supone que me ibas a llevar hasta Yachi...
Tras un momento de tristeza y soledad, decidió comenzar a recoger sus pertenencias embarradas, agitándolas con fuerza en búsqueda de limpieza; sin mucho éxito. La ciudad de Yachi ya no quedaba lejos de ella, incluso era visible el pronunciado cañón característico de la zona, pasaron varios minutos hasta que Ryuko terminó de quitar el barro para volver a centrarse en su objetivo principal. Algo que agradeció, cuando observo por accidente el pequeño pueblo de Yachi.
— Waaaaaaaaaaaa..... — Sus ojos se perdieron en el gran acantilado, el paisaje del rio junto a la población de Yachi creaba un bello paisaje, para alguien recién salido de una gran aldea que comenzaba a ver mundo, se trataba de algo mágico.
Ryuko por fin se encontraba cerca de su destino, el largo trayecto desde Amegakure hasta las Tierras de la Llovizna no fue complicado, emprendió su camino gracias a la ayuda de Oda, quien le consiguió un caballo en alquiler con facilidad. Se trataba de su primer viaje fuera de la aldea principal, y pese a que solo iba a por unas hierbas y semillas para un té de su maestro, la emoción le inundaba; hasta que llegaron las largas horas a caballo.
— Ieeeeeeeeeeeeeeeeee... ¿Cuanto más falta para llegar?... — replicaba Ryuko sobre el equino a los Dioses. Minutos mas tarde, este se paró en seco, zarandeando a Ryuko y haciendo que se cayera por un lateral al camino. Pringada de barro hasta las rodillas, y con la cara prningada, Ryuko busco al causante para acabar gritándole a un árbol por falta de visión.
— ¿¡Pero a ti que te pasa!? ¿¡Por qué te paras de golpe!?
El caballo relinchó, poniéndose sobre dos patas para después dejarlas caer bruscamente, salpicando de barro aún más a la kunoichi. Acto seguido, este emprendió la marcha por donde habían venido.
— ¡Pero bueno! ¡¿Que es lo que te pasa!? ¡¿Y ahora por qué te largas?! — El caballo se perdió minutos después en el horizonte, dejando a la joven kunoichi a solas con sus pensamientos. Nada más aparte de la lluvia y sus inertes pertenencias le hacían compañía. — Si se supone que me ibas a llevar hasta Yachi...
Tras un momento de tristeza y soledad, decidió comenzar a recoger sus pertenencias embarradas, agitándolas con fuerza en búsqueda de limpieza; sin mucho éxito. La ciudad de Yachi ya no quedaba lejos de ella, incluso era visible el pronunciado cañón característico de la zona, pasaron varios minutos hasta que Ryuko terminó de quitar el barro para volver a centrarse en su objetivo principal. Algo que agradeció, cuando observo por accidente el pequeño pueblo de Yachi.
— Waaaaaaaaaaaa..... — Sus ojos se perdieron en el gran acantilado, el paisaje del rio junto a la población de Yachi creaba un bello paisaje, para alguien recién salido de una gran aldea que comenzaba a ver mundo, se trataba de algo mágico.