13/03/2018, 13:42
(Última modificación: 13/03/2018, 13:43 por Amedama Daruu.)
Daruu sintió como todo su cuerpo temblaba violentamente, en parte por la debilidad y en parte por el miedo. Descubrió cómo los puños de Ayame volvían a cerrarse, y él como reacción cerró sus ojos y apretó los dientes, esperando lo peor cuando escuchó aquél nuevo bramido. Se echó a llorar cuando escuchó el sonido que hicieron los pies de la kunoichi al despegar del suelo y creyó que estaba a punto de morir. Sin embargo, lo único que le golpeó fue el viento cuando la muchacha pasó a su lado y atravesó el umbral de la puerta.
El muchacho se dejó caer al suelo, se tapó los ojos con el antebrazo derecho y lloró.
—Ayame... aunque no lo parezca ella está tan débil como nosotros... Y esa cosa la está debilitando aún más... Si estuviera aquí padre todo sería más fácil...
—Kori-sensei... Yo... yo... No he podido evitarlo... Nunca he visto algo así... Ese chakra... esa mirada... no parecía ser Ayame. No sé qué me daba más miedo. Ver algo así... o quizás verlo en ella... El contraste...
O quizás, la suma de emociones acumuladas y reprimidas, que ahora estallaban en la cabeza de un adolescente que acababa de presenciar más violencia que en toda su vida. Por mucho que le hubieran enseñado a aceptarla en la Academia.
»Tenemos que encontrarla... —añadió al cabo de unos pocos segundos, reincorporándose como buenamente podía y se acercó débilmente al atril con el libro, sin atreverse a tomarlo aún—. Daruu-kun, ¿puedes echarle un vistazo al libro y decirme si el sello se ha roto?
Daruu sollozó un par de veces y se levantó con extrema dificultad, apoyándose en una pared cercana. Desactivó su Byakugan para recuperar fuerzas.
—No te preocupes p-por el sello —tartamudeó—. Es lo primero q-que miré cuando salimos. Mira, ya ni siquiera hay una marca. Las páginas por donde entramos están en blanco. —Señaló al libro, que efectivamente tenía un blanco impoluto en aquellas dos páginas abiertas—. B-brilló muy fuerte, y luego se deshizo como s-si una llama consumiera una mecha.
El muchacho se dejó caer al suelo, se tapó los ojos con el antebrazo derecho y lloró.
—Ayame... aunque no lo parezca ella está tan débil como nosotros... Y esa cosa la está debilitando aún más... Si estuviera aquí padre todo sería más fácil...
—Kori-sensei... Yo... yo... No he podido evitarlo... Nunca he visto algo así... Ese chakra... esa mirada... no parecía ser Ayame. No sé qué me daba más miedo. Ver algo así... o quizás verlo en ella... El contraste...
O quizás, la suma de emociones acumuladas y reprimidas, que ahora estallaban en la cabeza de un adolescente que acababa de presenciar más violencia que en toda su vida. Por mucho que le hubieran enseñado a aceptarla en la Academia.
»Tenemos que encontrarla... —añadió al cabo de unos pocos segundos, reincorporándose como buenamente podía y se acercó débilmente al atril con el libro, sin atreverse a tomarlo aún—. Daruu-kun, ¿puedes echarle un vistazo al libro y decirme si el sello se ha roto?
Daruu sollozó un par de veces y se levantó con extrema dificultad, apoyándose en una pared cercana. Desactivó su Byakugan para recuperar fuerzas.
—No te preocupes p-por el sello —tartamudeó—. Es lo primero q-que miré cuando salimos. Mira, ya ni siquiera hay una marca. Las páginas por donde entramos están en blanco. —Señaló al libro, que efectivamente tenía un blanco impoluto en aquellas dos páginas abiertas—. B-brilló muy fuerte, y luego se deshizo como s-si una llama consumiera una mecha.