6/04/2018, 15:43
Mogura cerró la puerta, que emitió un sonoro y desagradable chirrido, y se volvió hacia ella.
—A lo mejor el sonido quedó atrapado en el interior del cuarto —soltó, y Ayame alzó las cejas hasta el infinito.
—¡¿Pero cómo se va a quedar el sonido atrapado dentro de un armario de la limpieza?! —le espetó en un susurro.
Pero lo cierto era que ninguno de los dos podía tener una respuesta coherente a lo que acababa de pasar.
—¿A dónde deberíamos revisar ahora?
Ayame abrió la boca para responder; pero su voz se vio eclipsada por un nuevo sonido. El sonido de un lastimero llanto de una niña que se alargaba en el tiempo y el espacio, clavándose en sus oídos y poniéndoles la piel de gallina. Con los músculos paralizados del terror, y rígida como una tabla de madera, Ayame se volvió hacia el origen del sonido.
Un par de puertas más adelante. En el cuarto de baño de las chicas.
—M... M... Mo... Mogu... ra...
—A lo mejor el sonido quedó atrapado en el interior del cuarto —soltó, y Ayame alzó las cejas hasta el infinito.
—¡¿Pero cómo se va a quedar el sonido atrapado dentro de un armario de la limpieza?! —le espetó en un susurro.
Pero lo cierto era que ninguno de los dos podía tener una respuesta coherente a lo que acababa de pasar.
—¿A dónde deberíamos revisar ahora?
Ayame abrió la boca para responder; pero su voz se vio eclipsada por un nuevo sonido. El sonido de un lastimero llanto de una niña que se alargaba en el tiempo y el espacio, clavándose en sus oídos y poniéndoles la piel de gallina. Con los músculos paralizados del terror, y rígida como una tabla de madera, Ayame se volvió hacia el origen del sonido.
Un par de puertas más adelante. En el cuarto de baño de las chicas.
—M... M... Mo... Mogu... ra...