17/04/2018, 18:06
Zetsuo parecía que iba a añadir algo, cuando varios fuertes golpes retumbaron en la puerta.
POM, POM, POM.
La familia se volvió, extrañada, hacia la puerta y después se miraron entre ellos, preguntándose sin palabras si alguno de ellos esperaba algún tipo de visitas a aquellas horas de la mañana. Ayame se levantó, dispuesta a abrir, pero antes de llegar siquiera a ella sonó una voz potente y grave a través de ella:
—¡Aotsuki Ayame! ¡Aotsuki Ayame! ¡Arashikage-sama ordena que te presentes en su despacho! ¡Acompáñame!
Un mensaje breve y conciso que la paralizó en el mismo sitio. La Arashikage no solía solicitar la presencia de los genin... y mucho menos mandaba a Jōnin a buscarlos a sus casas. Aquello no pintaba nada bien...
—¿Qué cojones has hecho ahora, niña?
Un desagradable escalofrío le subió desde la planta de los pies hasta las últimas puntas del pelo.
—N... no lo sé...
Sin embargo, no fueron directamente hasta la torre de la Arashikage. En su lugar, Ayame y el Jōnin, un hombre alto e imponente de cabeza casi rapada, dieron un pequeño rodeo hasta otra casa, mientras la muchacha no dejaba de preguntarse en qué lío se había metido ahora. En más de una ocasión se vio con la imperiosa necesidad de preguntar sobre la razón, pero Ayame se obligó a morderse la lengua y a seguirle diligentemente.
—¡Manase Mogura! ¡Manase Mogura! ¡Arashikage-sama ordena tu presencia en su despacho! ¡Acompáname!
«M... ¿Mogura-senpai también? ¿Qué significa esto?»
POM, POM, POM.
La familia se volvió, extrañada, hacia la puerta y después se miraron entre ellos, preguntándose sin palabras si alguno de ellos esperaba algún tipo de visitas a aquellas horas de la mañana. Ayame se levantó, dispuesta a abrir, pero antes de llegar siquiera a ella sonó una voz potente y grave a través de ella:
—¡Aotsuki Ayame! ¡Aotsuki Ayame! ¡Arashikage-sama ordena que te presentes en su despacho! ¡Acompáñame!
Un mensaje breve y conciso que la paralizó en el mismo sitio. La Arashikage no solía solicitar la presencia de los genin... y mucho menos mandaba a Jōnin a buscarlos a sus casas. Aquello no pintaba nada bien...
—¿Qué cojones has hecho ahora, niña?
Un desagradable escalofrío le subió desde la planta de los pies hasta las últimas puntas del pelo.
—N... no lo sé...
. . .
Sin embargo, no fueron directamente hasta la torre de la Arashikage. En su lugar, Ayame y el Jōnin, un hombre alto e imponente de cabeza casi rapada, dieron un pequeño rodeo hasta otra casa, mientras la muchacha no dejaba de preguntarse en qué lío se había metido ahora. En más de una ocasión se vio con la imperiosa necesidad de preguntar sobre la razón, pero Ayame se obligó a morderse la lengua y a seguirle diligentemente.
—¡Manase Mogura! ¡Manase Mogura! ¡Arashikage-sama ordena tu presencia en su despacho! ¡Acompáname!
«M... ¿Mogura-senpai también? ¿Qué significa esto?»