18/04/2018, 00:00
(Última modificación: 18/04/2018, 00:02 por Uchiha Datsue.)
En efecto, a Aotsuki Ayame le sucedió algo. Algo que cada espectador describiría de forma totalmente distinta, según su forma de ser. Para los más sentimentales, se trataba de una justa revancha. Para los más espirituales, del karma. Para los apáticos y aburridos, de una vergonzosa niñería. Para los íntegros y honrados, de una sucia puñalada por la espalda. Para los más puristas, no obstante, tan solo se trataba de una técnica sellada en el hombro de la kunoichi.
El hombre que colocó aquella técnica la llamaba Henge no Fūinjutsu, y era, sin duda alguna, del tipo más sentimental que había. Pues para él aquello no era una simple revancha, sino una señora vendetta.
Para ser claros, lo que le sucedió a Ayame es que dejó de ser Ayame. La técnica sellada hizo su función, convirtiéndola en una mujer totalmente distinta. Una mujer que allí conocían muy bien. Por un momento, Amekoro Yui contempló su propio reflejo. Y es que la mujer en la que se había transformado Ayame era…
… la mismísima Arashikage. Si bien, en honor a la verdad, con algún cambio menor.
Por alguna extraña razón —la mente perversa de un Uchiha— tenía los ojos bizcos. Mientras que uno miraba al frente, el otro iba a su aire mirando a un lateral, como si no quisiese perderse ni un detalle de la reacción de Mogura. Un hilo de baba —como el de un anciano con demencia senil—, caía por la comisura de sus labios. Y, hablando de la boca, aquellos dientes de sierra que otrora causaban terror, ahora eran una clara y muy evidente dentadura postiza.
Sin embargo, había algo que eclipsaba todos aquellos detalles, aquellos simples pormenores. Un tatuaje en la frente, sustituyendo la característica marca del símbolo de Amegakure. Un tatuaje compuesto por letras finas y esbeltas, que formaban una frase. O, más bien, una orden:
El hombre que colocó aquella técnica la llamaba Henge no Fūinjutsu, y era, sin duda alguna, del tipo más sentimental que había. Pues para él aquello no era una simple revancha, sino una señora vendetta.
Para ser claros, lo que le sucedió a Ayame es que dejó de ser Ayame. La técnica sellada hizo su función, convirtiéndola en una mujer totalmente distinta. Una mujer que allí conocían muy bien. Por un momento, Amekoro Yui contempló su propio reflejo. Y es que la mujer en la que se había transformado Ayame era…
… la mismísima Arashikage. Si bien, en honor a la verdad, con algún cambio menor.
Por alguna extraña razón —la mente perversa de un Uchiha— tenía los ojos bizcos. Mientras que uno miraba al frente, el otro iba a su aire mirando a un lateral, como si no quisiese perderse ni un detalle de la reacción de Mogura. Un hilo de baba —como el de un anciano con demencia senil—, caía por la comisura de sus labios. Y, hablando de la boca, aquellos dientes de sierra que otrora causaban terror, ahora eran una clara y muy evidente dentadura postiza.
Sin embargo, había algo que eclipsaba todos aquellos detalles, aquellos simples pormenores. Un tatuaje en la frente, sustituyendo la característica marca del símbolo de Amegakure. Un tatuaje compuesto por letras finas y esbeltas, que formaban una frase. O, más bien, una orden:
¡Yo soy la VERDADERA,
póstrate ante tu Arashikage!
póstrate ante tu Arashikage!
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado