20/04/2018, 11:15
—Juro, lo que he dicho antes no era una amenaza, era una advertencia —espetó Jin, de evidente mal humor—. Si no me crees capaz de matarme para dejaros aquí encerrado entonces tienes un problema. Si te encuentras a Riko dile de mi parte, que, si faltáis a vuestra palabra, ninguno saldrá de esta casa. Os aseguro que no dudare.
Ayame, confundida, miró a Juro. ¿A qué venía todo aquello? Desde el inicio de aquella locura, la relación entre los cuatro no había sido todo lo idílica que debía haber sido, dadas las circunstancias, pero la impaciencia y la tensión del momento sólo estaba minando la confianza que se tenían los unos sobre los otros...
«Hay que salir de aquí ya...» Meditó la muchacha. «Una vez fuera, todo estará bien.»
—Lo sé Jin, y agradecería que no metieras más presión al asunto. El que surja un problema distinto cada cinco minutos ya es bastante —respondió el de Kusagakure—. Mantente con Ayame, ¿vale? Quiero encontraros a los dos cuando nos volvamos a ver.
—Juro-san, tened cuidado, por favor —le suplicó Ayame, antes de que el chico bajara corriendo las escaleras clamando el nombre de Riko. Sólo después se volvió hacia Jin y le hizo una seña con la cabeza—. Será mejor que bajemos nosotros también.
Y así lo hicieron.
La pareja de Amegakure bajó las escaleras y se dirigió entre pasos apresurados hacia las cocinas. En aquellos momentos, la máxima prioridad era que Jin encontrara su maíz y después reunirse cuanto antes con el resto del grupo. Separarse era la peor opción que podían haber escogido, pero ya no había vuelta atrás...
—¿Crees que las cocinas seguirán inundadas? —le preguntó, algo preocupada.
Afortunadamente, la suerte quiso sonreirles por primera vez en aquella noche. La cocina estaba tal y como la habían encontrado al principio. Pero Ayame se plantó en el umbral de la puerta.
—Creo... creo recordar que había algo de maíz en la nevera —le dijo, señalando con la mano el electrodoméstico—. Yo me quedaré aquí mientras tanto, vigilando la puerta. Lo último que querríamos sería quedarnos otra vez encerrados y... —Ayame le dirigió una mirada nada confiada a los grifos—. "Ahogados" de nuevo...
Ayame, confundida, miró a Juro. ¿A qué venía todo aquello? Desde el inicio de aquella locura, la relación entre los cuatro no había sido todo lo idílica que debía haber sido, dadas las circunstancias, pero la impaciencia y la tensión del momento sólo estaba minando la confianza que se tenían los unos sobre los otros...
«Hay que salir de aquí ya...» Meditó la muchacha. «Una vez fuera, todo estará bien.»
—Lo sé Jin, y agradecería que no metieras más presión al asunto. El que surja un problema distinto cada cinco minutos ya es bastante —respondió el de Kusagakure—. Mantente con Ayame, ¿vale? Quiero encontraros a los dos cuando nos volvamos a ver.
—Juro-san, tened cuidado, por favor —le suplicó Ayame, antes de que el chico bajara corriendo las escaleras clamando el nombre de Riko. Sólo después se volvió hacia Jin y le hizo una seña con la cabeza—. Será mejor que bajemos nosotros también.
Y así lo hicieron.
La pareja de Amegakure bajó las escaleras y se dirigió entre pasos apresurados hacia las cocinas. En aquellos momentos, la máxima prioridad era que Jin encontrara su maíz y después reunirse cuanto antes con el resto del grupo. Separarse era la peor opción que podían haber escogido, pero ya no había vuelta atrás...
—¿Crees que las cocinas seguirán inundadas? —le preguntó, algo preocupada.
Afortunadamente, la suerte quiso sonreirles por primera vez en aquella noche. La cocina estaba tal y como la habían encontrado al principio. Pero Ayame se plantó en el umbral de la puerta.
—Creo... creo recordar que había algo de maíz en la nevera —le dijo, señalando con la mano el electrodoméstico—. Yo me quedaré aquí mientras tanto, vigilando la puerta. Lo último que querríamos sería quedarnos otra vez encerrados y... —Ayame le dirigió una mirada nada confiada a los grifos—. "Ahogados" de nuevo...