21/04/2018, 00:12
(Última modificación: 21/04/2018, 00:21 por Aotsuki Ayame.)
Transcurrieron varios segundos después de la última intervención de Kōri. Varios largos segundos durante los cuales Yui guardó silencio, evaluando la situación mientras intercambiaba la mirada entre los dos Aotsuki. Al final, cerró los ojos, respiró hondo y sentenció:
—Está bien. Kōri-kun, por favor, sal de la habitación y avisa a Shanise. Que venga a verme dentro de una hora. Tenemos una carta que escribirle al imberbe que han colocado ahora en Uzushiogakure —El Hielo le dedicó una inclinación de cabeza antes de darse la vuelta y salir del despacho sin siquiera dedicar una mirada a su hermana, que seguía con los ojos clavados en el suelo—. En cuanto a ti, Ayame... Está bien. No has sido tú. Pero tú y Mogura os váis a quedar aquí, porque... tengo algo más que hablar con vosotros dos.
«¿Algo más que...? Ah, sí, para eso nos había llamado.» Con todo aquel asunto de la inesperada transformación, ya se le había olvidado el verdadero motivo por el que se encontraba allí.
—Avisadme cuando se le quite a la niña la transformación —añadió la Arashikage—, porque como vuelva a mirarla directamente le parto la boca.
«Yo también lo haría.» Completo Ayame mentalmente, encogiéndose sobre sí misma.
Varios minutos después Mogura y Ayame estaban sentados frente al escritorio de Yui. Ayame, ahora con su aspecto normal, trataba de mantenerse lo más recta y formal posible (aunque ya había perdido toda dignidad posible cuando no había podido contener un gemido de alivio al haber recuperado su cara normal). Desde su posición, Yui intercambiaba sus electrizantes ojos entre ambos...
Aunque Ayame apreció que la Arashikage la miraba con mayor intensidad a ella.
Fue entonces cuando la mujer apoyó la mano sobre el monitor:
—Bien, ¿me podéis explicar qué hacíais anoche en la Torre de la Academia? Y no se os ocurra decirme que no estuvisteis allí, porque...
No le hizo falta terminar la frase, porque el monitor terminó por ella. Porque la pantalla reflejaba con odiosa nitidez, y desde diez perspectivas diferentes, la incursión de los dos shinobi en la Torre de la Academia la noche anterior.
La muchacha tragó saliva y se encogió en su asiento, deseando con todas sus fuerzas que se la tragara en aquel instante.
—¡Qué cojones! Osea, ¿pero por qué coño hacéis esto? ¿¡Estábais buscando pergaminos secretos de la villa que robar!?
Ayame negó enérgicamente con la cabeza. Tan enérgicamente que llegó a marearse cuando se detuvo.
—¿¡O sólo es una trastada de genin!? ¡Sí, de genin! Mogura, eres un chūnin, ¿este es el ejemplo que das? ¡Debería quitarte la placa!
Ayame se volvió hacia Mogura y se mordió el labio inferior. Ansiosa, se inclinó hacia delante, apoyando ambos puños en las rodillas.
—Es culpa mía, Arashikage-sama —dijo con voz temblorosa, aún a sabiendas de lo grave de la situación después del espectáculo que acababa de dar con su transformación accidental. Se apoyó la mano en el pecho—. Yo convencí a Mogura-senpai de que me acompañara porque me... me daba miedo ir sola... Pero... p... puedo explicarlo...
Ayame tragó saliva de nuevo, y agachó aún más la cabeza, intentando no mirar a la cara a Yui, temerosa de lo que vería en sus ojos.
—Verá, Arashikage-sama... Últimamente había rumores acerca de la Torre de la Academia... Rumores acerca de que... había fantasmas en el tercer piso...
—Está bien. Kōri-kun, por favor, sal de la habitación y avisa a Shanise. Que venga a verme dentro de una hora. Tenemos una carta que escribirle al imberbe que han colocado ahora en Uzushiogakure —El Hielo le dedicó una inclinación de cabeza antes de darse la vuelta y salir del despacho sin siquiera dedicar una mirada a su hermana, que seguía con los ojos clavados en el suelo—. En cuanto a ti, Ayame... Está bien. No has sido tú. Pero tú y Mogura os váis a quedar aquí, porque... tengo algo más que hablar con vosotros dos.
«¿Algo más que...? Ah, sí, para eso nos había llamado.» Con todo aquel asunto de la inesperada transformación, ya se le había olvidado el verdadero motivo por el que se encontraba allí.
—Avisadme cuando se le quite a la niña la transformación —añadió la Arashikage—, porque como vuelva a mirarla directamente le parto la boca.
«Yo también lo haría.» Completo Ayame mentalmente, encogiéndose sobre sí misma.
. . .
Varios minutos después Mogura y Ayame estaban sentados frente al escritorio de Yui. Ayame, ahora con su aspecto normal, trataba de mantenerse lo más recta y formal posible (aunque ya había perdido toda dignidad posible cuando no había podido contener un gemido de alivio al haber recuperado su cara normal). Desde su posición, Yui intercambiaba sus electrizantes ojos entre ambos...
Aunque Ayame apreció que la Arashikage la miraba con mayor intensidad a ella.
Fue entonces cuando la mujer apoyó la mano sobre el monitor:
—Bien, ¿me podéis explicar qué hacíais anoche en la Torre de la Academia? Y no se os ocurra decirme que no estuvisteis allí, porque...
No le hizo falta terminar la frase, porque el monitor terminó por ella. Porque la pantalla reflejaba con odiosa nitidez, y desde diez perspectivas diferentes, la incursión de los dos shinobi en la Torre de la Academia la noche anterior.
La muchacha tragó saliva y se encogió en su asiento, deseando con todas sus fuerzas que se la tragara en aquel instante.
—¡Qué cojones! Osea, ¿pero por qué coño hacéis esto? ¿¡Estábais buscando pergaminos secretos de la villa que robar!?
Ayame negó enérgicamente con la cabeza. Tan enérgicamente que llegó a marearse cuando se detuvo.
—¿¡O sólo es una trastada de genin!? ¡Sí, de genin! Mogura, eres un chūnin, ¿este es el ejemplo que das? ¡Debería quitarte la placa!
Ayame se volvió hacia Mogura y se mordió el labio inferior. Ansiosa, se inclinó hacia delante, apoyando ambos puños en las rodillas.
—Es culpa mía, Arashikage-sama —dijo con voz temblorosa, aún a sabiendas de lo grave de la situación después del espectáculo que acababa de dar con su transformación accidental. Se apoyó la mano en el pecho—. Yo convencí a Mogura-senpai de que me acompañara porque me... me daba miedo ir sola... Pero... p... puedo explicarlo...
Ayame tragó saliva de nuevo, y agachó aún más la cabeza, intentando no mirar a la cara a Yui, temerosa de lo que vería en sus ojos.
—Verá, Arashikage-sama... Últimamente había rumores acerca de la Torre de la Academia... Rumores acerca de que... había fantasmas en el tercer piso...