2/05/2018, 16:13
(Última modificación: 2/05/2018, 16:14 por Aotsuki Ayame.)
Viendo la interminable discusión de los dos ancianos, al final, los dos chicos tuvieron que guiarse por su sentido de la intuición. Eri lideró la marcha calle arriba, esquivando como buenamente podían la multitud que iba de aquí para allá como un rebaño descarriado. Y así, entre empujones, algún que otro pisotón y algún que otro codazo de algún despistado, Eri y Nabi atravesaron las dos calles y giraron a mano izquierda en el callejón, más estrecho e iluminado con farolas que colgaban de las paredes de los edificios colindantes. Fue un auténtico respiro para ellos porque, de manera inmediata, se vieron completamente solos. Toda la aglomeración de gente que habían estado sufriendo desapareció en cuanto salieron de la vía principal.
Siguiendo las indicaciones del anciano, siguieron adelante y giraron en la siguiente calle a la derecha. Y allí, al fondo de la misma, la vieron: una tienda de aspecto bastante antiguo y colores brillantes que quedaban opacados por la oscuridad de la noche. Sobre la puerta de madera y cristal, en letras grandes rezaba:
Dadas las horas que eran, no había luz alguna en el interior de la tienda y los shinobi llegaron a apreciar con plenitud los diferentes objetos que poblaban el escaparate.
Y ahora...
Siguiendo las indicaciones del anciano, siguieron adelante y giraron en la siguiente calle a la derecha. Y allí, al fondo de la misma, la vieron: una tienda de aspecto bastante antiguo y colores brillantes que quedaban opacados por la oscuridad de la noche. Sobre la puerta de madera y cristal, en letras grandes rezaba:
«Tienda de Kamerita-san. Tu regalito para tu amiguito.»
Dadas las horas que eran, no había luz alguna en el interior de la tienda y los shinobi llegaron a apreciar con plenitud los diferentes objetos que poblaban el escaparate.
Y ahora...