27/05/2018, 21:04
(Última modificación: 27/05/2018, 21:15 por Aotsuki Ayame.)
La mar en calma en una noche de verano, con la luna llena reflejándose en sus aguas y creando caprichosos destellos, un barco surcando las olas y alejándose en el horizonte siguiendo la línea de la costa hacia el suroeste, otras tantas incontables barcas amarradas en el puerto... Aquello fue todo lo que vieron los dos genin cuando llegaron a su destino.
Nabi le dio una orden a su perro: rastrear el olor de Doro en aquel lugar. Sin embargo, y pese a las palabras del can, había pasado demasiado tiempo desde que había captado el olor del hombre y ya no era capaz de recordarlo.
Pese a todo, no todo se les acababa ahí. Porque lo vieron allí, a unos veinte metros de distancia siguiendo la línea del paseo marítimo: alguien les miraba y la luz de la luna desveló el terror reflejado en su rostro mientras abrazaba un extraño bulto contra su pecho. La distancia que los separaba y la oscuridad de la noche no les permitieron reconocerle, pero sin duda alguna se trataba de un hombre. Un hombre que, con un gemido ahogado, se dio media vuelta y echó a correr como alma que llevaba el diablo, tratando de escapar hacia el amparo de las tinieblas.
Nabi le dio una orden a su perro: rastrear el olor de Doro en aquel lugar. Sin embargo, y pese a las palabras del can, había pasado demasiado tiempo desde que había captado el olor del hombre y ya no era capaz de recordarlo.
Pese a todo, no todo se les acababa ahí. Porque lo vieron allí, a unos veinte metros de distancia siguiendo la línea del paseo marítimo: alguien les miraba y la luz de la luna desveló el terror reflejado en su rostro mientras abrazaba un extraño bulto contra su pecho. La distancia que los separaba y la oscuridad de la noche no les permitieron reconocerle, pero sin duda alguna se trataba de un hombre. Un hombre que, con un gemido ahogado, se dio media vuelta y echó a correr como alma que llevaba el diablo, tratando de escapar hacia el amparo de las tinieblas.