Los intrépidos

[Uzumaki Eri]

Vio como Stuffy se disputaba su calcetín y pensó que en aquel momento había perdido el único par que tenía, ya que no solía utilizar nunca. Se llevó una mano a la frente, incapaz de concebir como a la gente le gustaba tener perros en casa.

—¡Ey, qué perro tan chulo! — la kunoichi se giró a mirar al Uchiha, ¡le había gustado! Eso era buena señal, lo que significaba que parecía que habían elegido bien su regalo—. Así que al final te has comprado uno tú también— comentó tranquilamente, como si con él no fuese la cosa.

Soltó una risa nerviosa, aquello no se lo esperaba. Al parecer Datsue no había leído el momento, y aunque acababa de deshacer el henge que mantenía a Nabi bajo ese estúpido bigote verde —y un acento que no le quedaba para nada bien—, ella se hallaba pensando cómo decirle que aquel perro era para él.

—Bueno, ¿y mi regalo?

—Pues verás... —empezó la kunoichi, sin embargo el perro fue más rápido, y una vez había desistido en aquel calcetín —daba igual, ya que él tenía otro similar en la habitación— se tiró sobre el chico nuevo y al que nunca había visto, lamiéndole el moflete derecho y ladrándole amistosamente con aquellos agudos ladridos —. Él es tu regalo...

El shiba ladró de nuevo.