22/07/2018, 15:42
—. ¡Alguien que no permita que un amigo y un compatriota quede hundido en la mierda por una amejin!
Ese era el final de un emotivo discurso buscando una intención. Vale que yo no era un genio de mi tiempo, no iba a inventar ninguna maquina mágica que nos hiciese las tareas del hogar o la comida, pero hasta yo, con mi escasa puntería intelectual, sabía por donde quería ir Datsue.
— A ver, si yo sé lo que quieres. Y yo te lo daría, de verdad. Que el bueno de Nabi hiciese el trabajo sucio, o tito Stuffy hiciese el verdadero trabajo sucio, pero sucio sucio. Sin embargo, querido compañero, estimado amigo, creo que no es el momento. Si se diesen las circunstancias apropiadas, quizás intervendría, pero desde luego para intentar arreglarlo. No para vengarme por ti. — le guiñé un ojo a Datsue con cuidado de que Eri no se percatase. — Primero siempre diplomacia, y si eso no funciona, pues nada. Porque hay límites, Datsue. Tú no los has visto nunca, pero los hay. Y una guerra entre Ame y Uzu es un límite gordo y poderoso.
Digamos que del discurso había un par de cosas que no eran del todo ciertas, detalles en los que prefería no entrar, el resto era completamente cierto. Como el límite de la guerra y que primero hay que usar la diplomacia. Aunque si alguien se merece una mierda en la cara, ¿quien soy yo para detener el orden del universo y del destino?
—Y bueno, lo más importante... ¿Qué hacemos con él?
— ¿Cómo que qué hacemos con él? Que su dueño se lo lleve y lo enseñe a estafar o a mentir. Dignas cualidades de shinobi, por cierto. Quien pudiera hacerlo.
Ese era el final de un emotivo discurso buscando una intención. Vale que yo no era un genio de mi tiempo, no iba a inventar ninguna maquina mágica que nos hiciese las tareas del hogar o la comida, pero hasta yo, con mi escasa puntería intelectual, sabía por donde quería ir Datsue.
— A ver, si yo sé lo que quieres. Y yo te lo daría, de verdad. Que el bueno de Nabi hiciese el trabajo sucio, o tito Stuffy hiciese el verdadero trabajo sucio, pero sucio sucio. Sin embargo, querido compañero, estimado amigo, creo que no es el momento. Si se diesen las circunstancias apropiadas, quizás intervendría, pero desde luego para intentar arreglarlo. No para vengarme por ti. — le guiñé un ojo a Datsue con cuidado de que Eri no se percatase. — Primero siempre diplomacia, y si eso no funciona, pues nada. Porque hay límites, Datsue. Tú no los has visto nunca, pero los hay. Y una guerra entre Ame y Uzu es un límite gordo y poderoso.
Digamos que del discurso había un par de cosas que no eran del todo ciertas, detalles en los que prefería no entrar, el resto era completamente cierto. Como el límite de la guerra y que primero hay que usar la diplomacia. Aunque si alguien se merece una mierda en la cara, ¿quien soy yo para detener el orden del universo y del destino?
—Y bueno, lo más importante... ¿Qué hacemos con él?
— ¿Cómo que qué hacemos con él? Que su dueño se lo lleve y lo enseñe a estafar o a mentir. Dignas cualidades de shinobi, por cierto. Quien pudiera hacerlo.
—Nabi—