6/09/2018, 11:54
Alguien tiró de una de sus mangas y, cuando Ayame se dio la vuelta, una voz, apenas un susurro junto a ella, la sobresaltó ligeramente:
—Soy Sasaki Reiji, shinobi de Uzushiogakure, hazme caso, no vas a ganar nunca a ese juego, no se puede ganar.
Se trataba de un chico joven, bastante alto cuando parecía que debía tener más o menos su misma edad. Llevaba el cabello largo, lacio y un color tan oscuro como la misma noche recogido en una coleta alta. Ayame se apartó un paso de él, buscando su espacio personal, y entonces reparó en el complicado tatuaje que cubría todo su brazo derecho en el que se representaba la figura de un guerrero en un campo de rosas espinadas observando el vuelo de una golondrina. ¿Qué significado tendría? Al menos esperaba que no perteneciera a una mafia, o algo así, como tantas veces le había advertido su padre...
—Esto... ¿A qué te refieres? —preguntó ella en el mismo tono de voz y una ceja alzada.
En aquel momento, una súbita exclamación del público calló su voz. El nuevo hombre que había decidido probar suerte en el juego parecía haber acertado con el cubilete en el que se encontraba la pelotita y ahora recogía su merecido premio.
—¿Ves? Ese lo ha conseguido. Sólo es cuestión de fijarse muy bien en el movimiento de los cubos —señaló, ladeando ligeramente la cabeza.
—Soy Sasaki Reiji, shinobi de Uzushiogakure, hazme caso, no vas a ganar nunca a ese juego, no se puede ganar.
Se trataba de un chico joven, bastante alto cuando parecía que debía tener más o menos su misma edad. Llevaba el cabello largo, lacio y un color tan oscuro como la misma noche recogido en una coleta alta. Ayame se apartó un paso de él, buscando su espacio personal, y entonces reparó en el complicado tatuaje que cubría todo su brazo derecho en el que se representaba la figura de un guerrero en un campo de rosas espinadas observando el vuelo de una golondrina. ¿Qué significado tendría? Al menos esperaba que no perteneciera a una mafia, o algo así, como tantas veces le había advertido su padre...
—Esto... ¿A qué te refieres? —preguntó ella en el mismo tono de voz y una ceja alzada.
En aquel momento, una súbita exclamación del público calló su voz. El nuevo hombre que había decidido probar suerte en el juego parecía haber acertado con el cubilete en el que se encontraba la pelotita y ahora recogía su merecido premio.
—¿Ves? Ese lo ha conseguido. Sólo es cuestión de fijarse muy bien en el movimiento de los cubos —señaló, ladeando ligeramente la cabeza.