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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
No se podía decir que hubiese tenido una buena recepción en Uzushiogakure. Desde que había puesto el primer pie en la aldea, Ayame no había dejado de meterse en un problema tras otro. Primero la trifulca con Uchiha Datsue, después su enfado con Daruu, más tarde el enfrentamiento con aquel shinobi y su perro que le llevó a perder el control... Había llegado al punto en el que casi le daba miedo salir de su lugar de alojamiento.

«Pero no puedo quedarme encerrada para siempre. ¡Quiero aprovechar el tiempo que me queda para ver la aldea! ¡Y además debo entrenar para la última prueba del examen!» Se repetía en su fuero interno mientras caminaba por las calurosas calles de la aldea, aunque no dejaba de mirar a su alrededor con cierta desconfianza, como si esperara que se le abalanzara cualquier shinobi de Uzushiogakure desde detrás de cualquier esquina.

Con un ligero resoplido, Ayame se llevó la pajita del vaso que llevaba a los labios y el sabor dulce del granizado de sandía inundó su boca y refrescó su pecho según bajaba por su garganta. Se había aficionado a ellos desde que los había descubierto, unos pocos días atrás, y sabía que aquello iba a ser una de las cosas que más iba a echar de menos cuando tuviera que volver a Amegakure. Allí no había dulces con hielo como aquellos. No los necesitaban, pues nunca llegaba a hacer demasiado calor como para extrañarlos.

—¡Vamos, señoras y señores, prueben suerte en el juego más popular del verano: el juego de la bolita! —Una voz se alzó entre el gentío. Ya se había formado un anillo a su alrededor, pero poniéndose de puntillas y haciéndose paso, Ayame logró ver a un hombre sentado de rodillas detrás de un banco de madera. Sobre el tablero había tres cubiletes idénticos boca abajo—. ¡Oh, tenemos un voluntario! ¡Adelante, señora!

Una mujer entrada en edad se había adelantado y después de pagarle con un billete de cinco ryōs, el hombre le mostró una pequeña bola que después colocó dentro de uno de los cubiletes. Entonces comenzó a moverlos entre sí, primero de forma lenta, después más rápido, casi de forma frenética mientras canturreaba:

—¿Dónde está la bolita? ¿Donde estará la bolita? ¡Ah! ¿Dónde estará la bolita...?

Pasados unos segundos se detuvo el movimiento de cubiletes. La señora señaló uno de ellos, el que estaba en el medio, pero cuando el hombre lo levantó estaba vacío y el público alrededor exhaló una exclamación de lástima.

—¡Oh, qué pena! ¡Puede intentarlo de nuevo si lo desea, señora! ¿No? ¿Alguien más de entre el público quiere probar suerte?

«Interesante...» Pensó Ayame para sí, intercambiando el peso de una pierna a otra. Sentía la tentación de probar suerte, pero no se atrevía a dar el paso.
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#2
Hoy debería ser un día como otro cualquiera, pero no era así. Los comités de las distintas aldeas que había venido por el examen de chunin se paseaban por las calles de nuestra ciudad, y eso había activado a los comercios y al sector hostelero de la zona. También había gente a la que no le gustaba la presencia de los extranjeros en nuestra ciudad. Eso hacia que el ambiente fuese muy distinto al habitual. Incluso mi padre se había puesto pesado con el tema de aprovechar el momento para darle publicidad a la herrería por todo oonido.

Había hecho mi entrenamiento matutino y me había marchado de casa después de ducharme y arreglarme. Aquel día había optado por el Uwagi azul marino de manga corta, aprovechando que era verano para lucir el tatuaje que tantos ryos había costado, aunque no de mi bolsillo.

Salí de casa por varios motivos. Para matar el aburrimiento, para aprovechar el verano y por que estaba un poco cansado del nerviosismo de mi padre, que iba arriba y abajo dándole vueltas a que hacer para vender mas en estos días. Por un parte lo entendía, pero yo necesitaba respirar un poco.

Además, con todo lo mencionado de los comités, muchos feriantes y también otro tipo de personas, habían aprovechado para poblar las calles. Puestecitos de comidas y bebidas tradicionales de uzushiogakure, puestecitos de ropa e incluso de juguetes de madera y metal para niños. Por si de vuelta a tu país le querías llevar un recuerdo a tus hijos. Para mi no había ninguna novedad, claro.

El caso es que, al grito de un hombre, un montón de gente se reunió en un solo lugar. Me acerqué para ver, por curiosidad, como todo el mundo. Era un hombre sentado tras una tabla de madera sobre la que tenía tres cubiletes. Conocía ese juego. Mi padre me había explicado muchas veces como engañaban a la gente.

Pedían voluntarios para jugar, el primero y el segundo, conocidos de la persona que jugaba, perdían y ganaban, respectivamente, para atraer a la gente y así luego ganar a todos los demás. El hombre nunca perdía. Usaba algún tipo de truco con la mano para quitar o cambiar la bolita de sitio, pero mi vista no era lo suficientemente buena como para captarlo. Mucha gente sabía aquello, pero aun así…

Si yo fuera otro tipo de persona, o como aquellos que odiaban a los extranjeros, ni siquiera me habría molestado, pero no pude evitar ver a aquella chica que parecía dispuesta a probar suerte y perder sus ahorros en aquella estafa. Algo dentro de mi quiso ayudarla. A sí que tire de su manga para llamar su atención y se lo comente en voz baja.

Soy Sasaki Reiji, shinobi de uzushiogakure, hazme caso, no vas a ganar nunca a ese juego, no se puede ganar.

Por algún motivo, me sabia mal que aquella chica perdiera su dinero de aquella manera. Seguramente no conocía aquel tipo de engaños…
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#3
Alguien tiró de una de sus mangas y, cuando Ayame se dio la vuelta, una voz, apenas un susurro junto a ella, la sobresaltó ligeramente:

—Soy Sasaki Reiji, shinobi de Uzushiogakure, hazme caso, no vas a ganar nunca a ese juego, no se puede ganar.

Se trataba de un chico joven, bastante alto cuando parecía que debía tener más o menos su misma edad. Llevaba el cabello largo, lacio y un color tan oscuro como la misma noche recogido en una coleta alta. Ayame se apartó un paso de él, buscando su espacio personal, y entonces reparó en el complicado tatuaje que cubría todo su brazo derecho en el que se representaba la figura de un guerrero en un campo de rosas espinadas observando el vuelo de una golondrina. ¿Qué significado tendría? Al menos esperaba que no perteneciera a una mafia, o algo así, como tantas veces le había advertido su padre...

—Esto... ¿A qué te refieres? —preguntó ella en el mismo tono de voz y una ceja alzada.

En aquel momento, una súbita exclamación del público calló su voz. El nuevo hombre que había decidido probar suerte en el juego parecía haber acertado con el cubilete en el que se encontraba la pelotita y ahora recogía su merecido premio.

—¿Ves? Ese lo ha conseguido. Sólo es cuestión de fijarse muy bien en el movimiento de los cubos —señaló, ladeando ligeramente la cabeza.
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#4
Al menos, la chica me prestó atención. Bueno, por decirlo de alguna manera, la expresión con la que me miro no fue exactamente que esperaba de alguien a quien estaba intentando ayudar a evitar que le timaran. Era mas bien de... ¿Desconfianza? Joder, yo llevaba una jodida bandana, ¿Por que iba a querer hacerle nada malo a un invitado y buscarme la ruina ante los míos?


—Esto... ¿A qué te refieres?

Pues a q...

Pero antes de que pudiese contestarle, la muchedumbre exclamó sin dejarme terminar la frase, al parecer, uno de los asistentes había ganado el premio. EVIDENTEMENTE. Ese era el anzuelo. Primero, la persona que perdía, luego la que ganaba, ambos amigos del tendero. Justo lo que decía mi padre. Como shinobi de Amegakure...¿Debía detenerlo y evitar que engañara así a la gente? Claro que... no estaba haciendo nada ilegal, la culpa, al fin y al cabo, era de aquellos que se lo creían.

—¿Ves? Ese lo ha conseguido. Sólo es cuestión de fijarse muy bien en el movimiento de los cubos

Es un truco —Le susurre mientras me cruzaba de brazos. —Primero un amigo del tío ese pierde, luego otro amigo suyo gana, y así es como pican a la gente. Creen que tienen oportunidad de ganar, pero no es así. Si no me crees, adelante, inténtalo.

El que avisa no es traidor. Si perdía su dinero, ahora era totalmente responsabilidad suya. Pero pensaba quedarme a ver el espectáculo. Incluso me atraía la idea de esperar a que perdiera solo para decirle "Te lo dije...". Yo había intentado ayudarla, lo que pasara en adelante era todoooooooooo responsabilidad de la chica. Ahora bien, también era su dinero y no el mio, y si quería perderlo en aquello, allá ella, cada cual era libre de gastar sus ryos en lo que le diera la gana.
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#5
—Es un truco —le respondió, cruzando los brazos sobre el pecho—. Primero un amigo del tío ese pierde, luego otro amigo suyo gana, y así es como pican a la gente. Creen que tienen oportunidad de ganar, pero no es así. Si no me crees, adelante, inténtalo.

Ayame ladeó la cabeza, dubitativa, mientras intercambiaba la mirada entre el hombre (que había tomado a otro voluntario para su curioso juego) y el que se había hecho llamar Reiji. Una parte de ella, la más rebelde y quizás la más orgullosa, quería avanzar, probar el juego y demostrarle que estaba equivocado, que aquel tipo de personas que se dedicaban al ocio en las calles no podían ser tan malvadas como se lo estaba pintando. Pero otra parte de ella tenía miedo de que él tuviera razón y quedara en el más absoluto ridículo... Como había estado haciendo desde que llegó a Uzushiogakure.

—¿Y si es un timo entonces por qué lo permiten? ¿Por qué dejáis que estafen a la gente? ¿No es un delito? Eres un ninja de Uzushiogakure, ¿no? —le cuestionó, frunciendo el ceño.
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#6
—¿Y si es un timo entonces por qué lo permiten? ¿Por qué dejáis que estafen a la gente? ¿No es un delito? Eres un ninja de Uzushiogakure, ¿no?

Me reí. No pude evitarlo. El engaño era una de las bases del ninjutsu, desde esconderse tras una manta y pegado a una pared, hasta camuflarse con el entorno para no ser visto. Y no hablemos de otras atrás Shinobis como el genjutsu... Era inevitable reírse ante tal pregunta, pero mas aún si el que la realizaba era un shinobi.

Lo siento, pero es que es un tanto gracioso que tu justamente me preguntes eso. ¿El engaño un delito? Entonces todos los Shinobis deberíamos estar en la cárcel, el uso del ninjutsu restringido y el uso del Genjutsu prohibido.

Sabía lo que iba a contestarme mucho antes incluso de que yo le respondiera a ella. Me iba a decir que no era lo mismo. Pero estaba claro que lo era. Los shinobis usaban el engaño para ganarse la vida, para cumplir sus misiones. No trabajan por amor al aire. Este hombre hacía lo mismo, exactamente lo mismo. Engañar a la gente para ganarse la vida.

Antes de que intentes justificarme que no es lo mismo, o que nosotros lo hacemos por una buena causa, ¿Conoces lo suficiente a ese señor para decirme que lo que esta haciendo esta mal? Igual mientras tu haces una misión para poder comprarte esa espada que tanto te gusta, este señor está aquí utilizando el único medio que conoce para ganar dinero y así alimentar a su familia.

Sin conocer las circunstancias de una persona, era muy difícil juzgar sus actos. Quizás solo quería el dinero para gastárselo en drogas, alcohol y mujeres. Pero en la otra cara de la moneda, quizás solo quería el dinero para sobrevivir o para dar de comer a su mujer, o a sus padres que ya estaban muy mayores.

Quizás no era la forma mas honrada de ganarse la vida, pero el camino del ninja tampoco lo era.
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#7
Reiji se rio, y Ayame le miró con extrañeza. ¿Acaso había dicho algo raro o gracioso? Porque desde luego la situación se le antojaba de todo menos graciosa.

—Lo siento, pero es que es un tanto gracioso que tu justamente me preguntes eso. ¿El engaño un delito? Entonces todos los Shinobis deberíamos estar en la cárcel, el uso del ninjutsu restringido y el uso del Genjutsu prohibido.

Aquella respuesta la dejó boquiabierta, patidifusa, anonadada. Quiso creer que le estaba tomando el pelo, que bromeaba con lo que acababa de decir, pero el chico parecía convencido de sus palabras. Y la cosa no terminaba ahí, no. Después de soltar tal disparate, siguió adelante como una bola de nieve bajando por la ladera de una montaña, haciéndose cada vez más y más grande:

—Antes de que intentes justificarme que no es lo mismo, o que nosotros lo hacemos por una buena causa, ¿Conoces lo suficiente a ese señor para decirme que lo que esta haciendo esta mal? Igual mientras tu haces una misión para poder comprarte esa espada que tanto te gusta, este señor está aquí utilizando el único medio que conoce para ganar dinero y así alimentar a su familia.

—No me puedo creer lo que estás diciendo. ¿Estás hablando en serio? —preguntó al cabo de varios segundos—. ¿Eso es lo que es ser shinobi para ti? ¿Engañar a la gente porque sí a cambio de unas monedas? ¿Pero qué demonios os enseñan en la Academia de Uzushiogakure? —No pudo evitarlo, había alzado la voz y varias personas se volvieron hacia ambos, curiosos—. No sólo estás convencido de que ese hombre es un estafador, sino que le defiendes y no haces nada por la gente a la que está engañando. ¡Gente de tu misma aldea! ¡La aldea a la que juraste defender!

No podía creerlo. No podía creer lo que estaban viendo sus ojos en aquella aldea. ¡Estaban todos locos! Entre Uchiha Datsue, Inuzuka Nabi y Sasaki Reiji, desde luego la impresión que se estaba llevando no era la mejor. Y ver la clase de ideología que esgrimían aquellos que se hacían llamar ninjas de Uzushiogakure sólo revolvía sus intestinos.

—Nosotros somos shinobi, sí. ¡Por supuesto que usamos el arte del engaño! ¡Pero no engañamos a gente inocente, servimos para proteger a nuestros hogares! ¡A nuestra aldea! ¡Y tú estás haciendo todo lo opuesto a eso! Según tu lógica, ¿entonces robar o matar tampoco es un delito porque lo hacemos también los ninjas? ¡VENGA YA!

Resopló, profundamente disgustada y se llevó una mano al portaobjetos. Tres afiladas agujas surgieron entre los huecos de sus dedos cuando volvió a sacar el brazo. Tres agujas que arrojó contra cada uno de los cubiletes, que cayeron al suelo acompañados de la ahogada exclamación del sorprendido trilero. Tal y como había afirmado Reiji, no había ninguna bolita debajo de ningún cubilete. Aquello fue la gota que colmó el vaso, toda la multitud se había vuelto hacia los dos ninjas y Ayame, temblando de rabia, sacudió un brazo en el aire.

—¡Ese hombre os está estafando! ¡No se os ocurra darle ni un sólo ryō más! —dictaminó.

—¡¿Pero cómo te atreves, niñata?!

Ayame apretó los puños. No tendría por qué haberlo hecho, después de todo aquella ni siquiera era su aldea. ¡Pero no soportaba ver a la gente siendo engañada de manera completamente injusta! Le dirigió una afilada mirada a Reiji, antes de darse media vuelta, con toda la predisposición de abandonar el anillo de personas.
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#8
—No me puedo creer lo que estás diciendo. ¿Estás hablando en serio?¿Eso es lo que es ser shinobi para ti? ¿Engañar a la gente porque sí a cambio de unas monedas? ¿Pero qué demonios os enseñan en la Academia de Uzushiogakure? No sólo estás convencido de que ese hombre es un estafador, sino que le defiendes y no haces nada por la gente a la que está engañando. ¡Gente de tu misma aldea! ¡La aldea a la que juraste defender!

Por supuesto que lo defendía. El estafador era tan habitante de mi aldea como la gente que había ido hasta allí a pasar el rato. Y ademas, no estaba haciendo ningún daño a nadie. No había heridos, ni era un juego peligroso, solo se servia de su ingenio para sacar unas monedas. La gente iba a jugar a sabiendas de lo que había. Bajo su propio riesgo. Aquel hombre no apuntaba a nadie con un arma y lo obligaba a gastarse los ryos en su juego. Era como si la gente pagara para que alguien jugara con ellos. Pagaba por entretenimiento. Unos se dejaban su dinero en tabaco y alcohol ¿Por que otros no podían hacerlo en juegos?

—Nosotros somos shinobi, sí. ¡Por supuesto que usamos el arte del engaño! ¡Pero no engañamos a gente inocente, servimos para proteger a nuestros hogares! ¡A nuestra aldea! ¡Y tú estás haciendo todo lo opuesto a eso! Según tu lógica, ¿entonces robar o matar tampoco es un delito porque lo hacemos también los ninjas? ¡VENGA YA!

¿Que no engañábamos a gente inocente? ¿ Que no engañábamos a cambio de unas monedas? ¿En que clase de mundo idílico estaba viviendo aquella chica? Por supuesto que se engañaba a inocentes todos los días durante alguna misión, era el pan de cada de un shinobi, ¿Y por que? Pues para ganar unas monedas y así poder vivir, por que del aire no se come, ni se paga una casa, ni las armas que utilizamos.

No pude reaccionar a tiempo a lo que sucedió a continuación. Mis reflejos no eran tan buenos, y desde luego mi cuerpo tampoco era tan rápido. Para cuando me di cuenta, la muchacha había sacado tres agujas de su porta objetos y las había lanzado contra los cubilites del hombre. ¿Pero y si llegaba a fallar? ¿Y si llegaba a herir a un civil?

—¡Ese hombre os está estafando! ¡No se os ocurra darle ni un sólo ryō más!

—¡¿Pero cómo te atreves, niñata?!

¡¿PERO TU ESTAS LOCA O QUE TE PASA?!¡¿POR QUE ALZAS TUS ARMAS CONTRA UN CIVIL?! —grité mientras me interponía entre la muchacha y el hombre. —No tienes ni idea de nada. ¿Acaso crees que esta gente no sabe a lo que viene? ¿Crees que toda esta gente es tonta, que no saben lo que hay? Pues claro que vienen a sabiendas, pero se la juegan por que creen que saben o pueden ver el truco. Pagan para divertirse. ¿Acaso has visto a este hombre obligando a alguien a jugar a su juego? Por supuesto que no. Todo el que se gasta sus ryos aquí sabe a lo que viene. —Para los de ame, todos los aldeanos de uzu debían de ser tontos, por que vamos...—Has juzgado a todos los aquí presentes como si fuesen tontos fáciles de engañar sin ni siquiera conocerlos, has utilizado tus armas contra los civiles de mi villa sin tener ningún tipo de cuidado. ¿Que hubiese pasado si el hombre reaccionara apartando los cubiletes? Habrías herido a un civil y ¿Por que? ¿Por ofrecer diversión a cambio de unas monedas?
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#9
—¡¿PERO TU ESTAS LOCA O QUE TE PASA?!¡¿POR QUE ALZAS TUS ARMAS CONTRA UN CIVIL?! —gritó Reiji, interponiéndose entre ella y el trilero. Aunque ya daba igual, porque la kunoichi había girado sobre sus talones para abandonar el lugar—. No tienes ni idea de nada. ¿Acaso crees que esta gente no sabe a lo que viene?

Ayame se detuvo en seco y se volvió hacia él con una ceja alzada.

—¿Crees que toda esta gente es tonta, que no saben lo que hay? Pues claro que vienen a sabiendas, pero se la juegan por que creen que saben o pueden ver el truco. Pagan para divertirse. ¿Acaso has visto a este hombre obligando a alguien a jugar a su juego? Por supuesto que no. Todo el que se gasta sus ryos aquí sabe a lo que viene. Has juzgado a todos los aquí presentes como si fuesen tontos fáciles de engañar sin ni siquiera conocerlos, has utilizado tus armas contra los civiles de mi villa sin tener ningún tipo de cuidado. ¿Que hubiese pasado si el hombre reaccionara apartando los cubiletes? Habrías herido a un civil y ¿Por que? ¿Por ofrecer diversión a cambio de unas monedas?

—¿Has terminado? —le espetó, con el fuego ardiendo en sus entrañas y alzó los brazos, señalando a los presentes. No eran pocos los que se miraban entre sí o alternaba miradas confundidas con el trilero, como pidiendo explicaciones—. ¡Nadie en su sano juicio apostaría dinero en un juego que sabe que no puede ganar! ¡Y yo aquí sólo estoy viendo gente que, como yo, no tenían ni idea de qué iba la cosa! ¡Ese hombre está estafando a adultos, abuelos y niños por igual, sean de donde sean, y a ti te da absolutamente igual! Lo único que estoy comprobando aquí es que los ninjas de Uzushiogakure estáis todos locos. Pero haced lo que queráis, está no es ni siquiera mi aldea, no tengo el deber de cumplir la obligación de otros.

Y con aquellas últimas palabras, Ayame realizó un único sello y su cuerpo se desvaneció en el aire.

No estaba dispuesta a cometer el mismo error de la última vez y darle la espalda a un Uzujin.
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#10
—¿Has terminado? ¡Nadie en su sano juicio apostaría dinero en un juego que sabe que no puede ganar! ¡Y yo aquí sólo estoy viendo gente que, como yo, no tenían ni idea de qué iba la cosa! ¡Ese hombre está estafando a adultos, abuelos y niños por igual, sean de donde sean, y a ti te da absolutamente igual! Lo único que estoy comprobando aquí es que los ninjas de Uzushiogakure estáis todos locos. Pero haced lo que queráis, está no es ni siquiera mi aldea, no tengo el deber de cumplir la obligación de otros.

Ella seguía viviendo en un maravilloso mundo idílico donde todo el mundo era tontito y fácil de engañar. Pues si, habría gente que no tendría ni idea de lo que estaba haciendo el hombre, pero otros muchos si, y aun así, apostaban con la clara intención de averiguar como hacia las trampas. Y para colmo no solo me llamaba loco a mi, si no a todos los ninjas de la aldea. Ella. La que había alzado sus armas contra un civil desarmado. Increíble.

Nos llama locos la que utiliza sus armas contra un civil desarmado, claro que si. Seguro que en Amegakure estáis todos super cuerdos, lo mas normal por allí debe ser ayudar a las viejecitas a cruzar la calle pinchandoles con un kunai en el culo.

Recogí las tres agujas del suelo. Si aun tras mis palabras se marchaba, me iría a buscar a algún superior de la aldea, un junion o alguien de rango similar. Seguro que ellos sabían donde se alojaban los participantes de Amegakure y podría devolvérselas. Yo no lo sabía, y yo no era un ladrón, así que lo mejor era buscar a alguien que si lo supiera. Claro que, por supuesto, pensaba decir que las había usado para atacar a un civil. No tenia ninguna razón para callarme eso.
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