16/09/2018, 20:26
Akame observó cómo se desarrollaban los sucesos conforme Datsue y Hanabi intercambiaban intenciones. Él ya sabía de la técnica de rastreo desarrollada por el menor, y del localizador que había colocado en Ayame —una importante ventaja táctica—, pero dudaba que su Uzukage fuese a dejarles asaltar a un amejin así como así. Sin embargo, Hanabi sí que se mostró proclive a enviarles en misión de reconocimiento para rastrear la ubicación de Amegakure no Sato; la Villa de aquellos esquivos que todavía no habían revelado su paradero.
«Esta información puede llegar a ser vital para Uzushio. Aunque no va a estar exento de riesgos, tenemos que conseguir completar esta misión exitosamente... Puede que el futuro del Remolino dependa de ello.»
Así pues, el jōnin se puso en pie cuando su mandatario se despidió de ellos. Formal, le dedicó una cansada inclinación de cabeza y luego procedió a salir del despacho.
Una vez fuera, se dirigiría a Datsue.
—Joder, vaya día. Creo que me duele todo el cuerpo a estas alturas —se quejó Akame, palpándose con cuidado las vendas que le cubrían la herida en el costado—. Voy a ir directamente a casa, me muero por tirarme en la cama y caer en coma ocho años.
Bien sabía que no iba a ser así, pero de ilusiones también se vive en Oonindo.
«Esta información puede llegar a ser vital para Uzushio. Aunque no va a estar exento de riesgos, tenemos que conseguir completar esta misión exitosamente... Puede que el futuro del Remolino dependa de ello.»
Así pues, el jōnin se puso en pie cuando su mandatario se despidió de ellos. Formal, le dedicó una cansada inclinación de cabeza y luego procedió a salir del despacho.
Una vez fuera, se dirigiría a Datsue.
—Joder, vaya día. Creo que me duele todo el cuerpo a estas alturas —se quejó Akame, palpándose con cuidado las vendas que le cubrían la herida en el costado—. Voy a ir directamente a casa, me muero por tirarme en la cama y caer en coma ocho años.
Bien sabía que no iba a ser así, pero de ilusiones también se vive en Oonindo.