19/11/2018, 16:06
—En realidad, siendo que vienen de un lugar que desconocen totalmente, en realidad es normal que los foráneos les parezcan bichos raros —señaló, arrojando una mirada distraída a las sombras del local—. Esta gente tiene vidas monótonas y tranquilas, y no les gusta que nadie altere ese orden; por eso están siempre atentos a los posibles problemas que puedan causar los visitantes.
«Si tu lo dices... » Pensó rezando porque mereciera la pena aquel incomodo lugar.
—Aunque si están un poco más alertas de lo que corresponde —reconoció—; pero mientras mantengamos las interacciones al mínimo no habrá problemas.
Poco después, del mismo sitio por el que se había esfumado, apareció el camarero. Con una mano sostenía un plato humeante con gachas, y en el otro una gran jarra utilizada siempre para servir cerveza, pero el contenido de esta divergía bastante pese a parecer bastante espumoso.
Con el mismo silencio con el que se marcho, volvió hasta dejar los platos correspondientes a sus comensales. Ryuko observo la jarra de zumo dubitativa, tenia una gran cantidad de espuma y el color anaranjado era intenso, tenia muy buen aspecto, pero si eso sabía igual de mal que la gran masa de músculos que tenia al lado opuesto de Kazuma, no sabría que hacer para salir de aquel embrollo sin quedar mal delante del camarero.
—Y entonces… ¿Qué trae a un par de chicos a un pueblo como este? —pregunto, con naturalidad y un interés no tan casual.
—Yo... Me perdí —añadió con pesimismo; Oda estaba harto de regañarle por ello, ya no solo se perdía en ocasiones en la propia ciudad, si no que también le ocurría en el mismo barrio. —Un amable hombre que tiraba de un carro con su mula nos recogió; nos advirtió de que deberíamos esperar por aquí hasta que la niebla se disipara.
Ryuko comenzó a trazar círculos alrededor del vaso mientras hablaba, de la misma forma que lo hace un músico en búsqueda de una nota.
«Si tu lo dices... » Pensó rezando porque mereciera la pena aquel incomodo lugar.
—Aunque si están un poco más alertas de lo que corresponde —reconoció—; pero mientras mantengamos las interacciones al mínimo no habrá problemas.
Poco después, del mismo sitio por el que se había esfumado, apareció el camarero. Con una mano sostenía un plato humeante con gachas, y en el otro una gran jarra utilizada siempre para servir cerveza, pero el contenido de esta divergía bastante pese a parecer bastante espumoso.
Con el mismo silencio con el que se marcho, volvió hasta dejar los platos correspondientes a sus comensales. Ryuko observo la jarra de zumo dubitativa, tenia una gran cantidad de espuma y el color anaranjado era intenso, tenia muy buen aspecto, pero si eso sabía igual de mal que la gran masa de músculos que tenia al lado opuesto de Kazuma, no sabría que hacer para salir de aquel embrollo sin quedar mal delante del camarero.
—Y entonces… ¿Qué trae a un par de chicos a un pueblo como este? —pregunto, con naturalidad y un interés no tan casual.
—Yo... Me perdí —añadió con pesimismo; Oda estaba harto de regañarle por ello, ya no solo se perdía en ocasiones en la propia ciudad, si no que también le ocurría en el mismo barrio. —Un amable hombre que tiraba de un carro con su mula nos recogió; nos advirtió de que deberíamos esperar por aquí hasta que la niebla se disipara.
Ryuko comenzó a trazar círculos alrededor del vaso mientras hablaba, de la misma forma que lo hace un músico en búsqueda de una nota.