12/12/2018, 15:51
Lo bueno de los humanos es que podemos tropezar unos cientos de veces con la misma piedra y seguir haciéndolo unas dos cientas más. Es decir, somos predecibles, como tostadas de pan o el chocolate. Las tostadas siempre estarán crujientes cuando están recién hechas y el chocolate siempre sabrá a chocolate. ¿Y esa mierda de metáfora, Nabi? Tú eras un genio de las metáforas, todos sabíamos que en el futuro leerían tu obra y dirían "Este chico era un avanzado a su época". ¡Pues no puedo estar siempre a tope! Y aún menos por la mañana. La mañana era el tiempo de estar bajo mínimos.
Pues ahí andaba yo, con mi indumentaria habitual, acabándome una tostada untada en crema de chocolate mientras bajaba la calle funesta. La terrible calle donde vivía la bestia más peligrosa que había existido en Onindo. Y no me refería al animal sediento de sangre que esta bestia tenía sellado dentro de su cuerpo, no. El peligro del recipiente era varias veces superior al que representaba un bicho de chakra que puede sellar hasta el más inútil de los Fuinjutseros. Su nombre Uchiha Datsue.
Conectando con lo que decía antes de que me interrumpiera a mí mismo, predecible. ¿Cómo enterarme de los peligros inminentes a la villa y a sus habitantes? Vigilando las salidas y llegadas de Uchiha Datsue, el medidor de peligro por excelencia. Por suerte, soy Inuzuka, así que tengo un perro que puede comunicarse con otros perros. Fue tan sencillo como decirle a todos los perros de las cercanías de su casa que si veían a Datsue ladrasen como locos. Stuffy captaba la señal y me la transmitía y a la mañana siguiente, bueno, aquí estábamos.
Normalmente más que esperar en la puerta la echaría a abajo o me colaría por la ventana usando magia shinobi, pero seguro que el fuinjutsero de los cojones tenía dos cientas trampas en cada acceso que te tiraban cuatro cientas técnicas a cada cual más peligrosa que la anterior. Así que tocaba llamar a la puerta como un humano cualquiera.
— Recuerda que nada de cagarse en él, sé que te es difícil por ese odio que te carcome por dentro de que todos tenemos tres ojos menos tú, que solo tienes dos y tienes la necesidad de usar tu ojo trasero en cualquier intercambio de información social, pero contrólate porque ya tienes un tamaño y una mierda tuya empieza a ser de un tamaño preocupante. A partir de ahora, solo a enemigos de verdad. Y puede que a Juro.
Tras mi apasionado discurso sobre la no cagalización de uzuneses, Stuffy asintió mientras gruñía algo que debía ser una maldición perruna porque no llegué a descifrar todos los matices de ésta. Después golpeé con los nudillos la puerta de Datsue.
— ¡DATSUE! ¡¿Qué has hecho ya?!
La pregunta me valía para cualquier encuentro con él. Además tenía que preguntarle por cierto asunto con cierta cabeza de cierta estatua en cierto lugar. No había tenido ocasión pero todas las evidencias conducían irremediablemente a Datsue o al mal.
Pues ahí andaba yo, con mi indumentaria habitual, acabándome una tostada untada en crema de chocolate mientras bajaba la calle funesta. La terrible calle donde vivía la bestia más peligrosa que había existido en Onindo. Y no me refería al animal sediento de sangre que esta bestia tenía sellado dentro de su cuerpo, no. El peligro del recipiente era varias veces superior al que representaba un bicho de chakra que puede sellar hasta el más inútil de los Fuinjutseros. Su nombre Uchiha Datsue.
Conectando con lo que decía antes de que me interrumpiera a mí mismo, predecible. ¿Cómo enterarme de los peligros inminentes a la villa y a sus habitantes? Vigilando las salidas y llegadas de Uchiha Datsue, el medidor de peligro por excelencia. Por suerte, soy Inuzuka, así que tengo un perro que puede comunicarse con otros perros. Fue tan sencillo como decirle a todos los perros de las cercanías de su casa que si veían a Datsue ladrasen como locos. Stuffy captaba la señal y me la transmitía y a la mañana siguiente, bueno, aquí estábamos.
Normalmente más que esperar en la puerta la echaría a abajo o me colaría por la ventana usando magia shinobi, pero seguro que el fuinjutsero de los cojones tenía dos cientas trampas en cada acceso que te tiraban cuatro cientas técnicas a cada cual más peligrosa que la anterior. Así que tocaba llamar a la puerta como un humano cualquiera.
— Recuerda que nada de cagarse en él, sé que te es difícil por ese odio que te carcome por dentro de que todos tenemos tres ojos menos tú, que solo tienes dos y tienes la necesidad de usar tu ojo trasero en cualquier intercambio de información social, pero contrólate porque ya tienes un tamaño y una mierda tuya empieza a ser de un tamaño preocupante. A partir de ahora, solo a enemigos de verdad. Y puede que a Juro.
Tras mi apasionado discurso sobre la no cagalización de uzuneses, Stuffy asintió mientras gruñía algo que debía ser una maldición perruna porque no llegué a descifrar todos los matices de ésta. Después golpeé con los nudillos la puerta de Datsue.
— ¡DATSUE! ¡¿Qué has hecho ya?!
La pregunta me valía para cualquier encuentro con él. Además tenía que preguntarle por cierto asunto con cierta cabeza de cierta estatua en cierto lugar. No había tenido ocasión pero todas las evidencias conducían irremediablemente a Datsue o al mal.
—Nabi—