7/10/2015, 17:29
En cuanto aparto la cortina pudo ver a su sensei conversando con la enfermera encargada. Parecían conocerse bien y tenerse cierto grado de confianza. Eso lo podía decir con seguridad, lo que no podía decir con seguridad era si aquella expresión de preocupación en el rostro de su sensei había sido una ilusión.
«Y pensar que con tan solo esa expresión se vio más joven y femenina por un instante… Aunque si se lo hiciera notar probablemente se molestaría»
La kunoichi le dejo claro que todo había acabado bien y que podía irse a casa. Entre ella y la enfermera le sugirieron enfáticamente el que descansara, su cuerpo se encontraba un poco maltratado por lo que tendría que andar con calma por unos cuantos días.
La mirada de ambas mujeres parecía indicar que le estaban pidiendo estarse demasiado tranquilo a un joven de su edad. Aun así la pelirroja le informo que necesitaría estar repuesto, pues para su próximo encuentro tendrían que hacer una misión.
—Está bien, tratare de tener cuidado.
Tras decir aquello, el joven corrió la cortina para acomodarse un poco antes de levantarse lentamente. Por momentos se sentía un poco torpe y mareado, seguramente a causa de algún calmante dado por la enfermera. Por otro lado, su cuerpo ya dolía menos y su nariz había dejado de sangrar, por lo que se encontraba más presentable.
—Esto sensei… —dijo un poco incomodo, pues no estaba seguro de cómo dirigirse a ella.
—Creo que me gustaría pasar por donde están los chicos primero… No es que solo quiera molestarlos un poco, sino que también quiero que vean que no me pasó nada grave —dijo aquello con una leve sonrisa, aunque en su interior también sentía un poco de remordimiento por solo dejarles e irse.
Tomo su espada de la mesa en donde la habían colocado y procedió a sujetarla por la empuñadura con la intención de usarla como bastón mientras caminaba hacia el patio. Sin embargo un pensamiento detuvo su caminar cuando estaba por salir de la sala de curas.
—Cierto, que descuidado de mí parte.
—Gracias por atenderme Yanoko-san y gracias por evitar que me incineraran…
Pero mientras hacia una leve reverencia recordó algo, algo sumamente importante. Desde hacia tiempo tenía la costumbre de dirigirse a las personas por su nombre cuando agradecía por algo. Pero al momento de agradecer se dio cuenta de que no sabía el nombre de sus sensei.
—Esto… Sensei, desconozco su nombre ¿podría decírmelo? —Pregunto un poco apenado—. Digo para dirigirme a usted adecuadamente y eso.
«Y pensar que con tan solo esa expresión se vio más joven y femenina por un instante… Aunque si se lo hiciera notar probablemente se molestaría»
La kunoichi le dejo claro que todo había acabado bien y que podía irse a casa. Entre ella y la enfermera le sugirieron enfáticamente el que descansara, su cuerpo se encontraba un poco maltratado por lo que tendría que andar con calma por unos cuantos días.
La mirada de ambas mujeres parecía indicar que le estaban pidiendo estarse demasiado tranquilo a un joven de su edad. Aun así la pelirroja le informo que necesitaría estar repuesto, pues para su próximo encuentro tendrían que hacer una misión.
—Está bien, tratare de tener cuidado.
Tras decir aquello, el joven corrió la cortina para acomodarse un poco antes de levantarse lentamente. Por momentos se sentía un poco torpe y mareado, seguramente a causa de algún calmante dado por la enfermera. Por otro lado, su cuerpo ya dolía menos y su nariz había dejado de sangrar, por lo que se encontraba más presentable.
—Esto sensei… —dijo un poco incomodo, pues no estaba seguro de cómo dirigirse a ella.
—Creo que me gustaría pasar por donde están los chicos primero… No es que solo quiera molestarlos un poco, sino que también quiero que vean que no me pasó nada grave —dijo aquello con una leve sonrisa, aunque en su interior también sentía un poco de remordimiento por solo dejarles e irse.
Tomo su espada de la mesa en donde la habían colocado y procedió a sujetarla por la empuñadura con la intención de usarla como bastón mientras caminaba hacia el patio. Sin embargo un pensamiento detuvo su caminar cuando estaba por salir de la sala de curas.
—Cierto, que descuidado de mí parte.
—Gracias por atenderme Yanoko-san y gracias por evitar que me incineraran…
Pero mientras hacia una leve reverencia recordó algo, algo sumamente importante. Desde hacia tiempo tenía la costumbre de dirigirse a las personas por su nombre cuando agradecía por algo. Pero al momento de agradecer se dio cuenta de que no sabía el nombre de sus sensei.
—Esto… Sensei, desconozco su nombre ¿podría decírmelo? —Pregunto un poco apenado—. Digo para dirigirme a usted adecuadamente y eso.