17/12/2018, 03:05
Datsue el intrépido se adentró en la fragua de Soroku. La conocía bien.
La puerta principal daba a una especie de recepción abierta con paredes de material pedrusco con aspecto medieval, ataviada por un par de mesones con herramientas típicas del oficio, robustos asientos de metal y una que otra espada adornando sus muros a modo de bienvenida. El calor proveniente de una chimenea que ardía vivamente le azotó el rostro, y tras unos cuantos pasos más, encontró la bifurcación que llevaba hasta el cuarto de caldera donde yacía la fragua y su fogón. Una impresionante estructura de ladrillo aupada por el fuelle, un depósito de madera y desde luego, el macizo para el golpeo y sus respectivos instrumentos de trabajo.
¡Clank, clank, clank!
El inconfundible sonido del acero siendo moldeado a imagen y semejanza de su creador llamó rápidamente su atención. Cuando llegase hasta allí, vería a un tipo de espalda tallando el metal. Cabello corto, color castaño y quijada cuadrada. A la vista, sano. Aunque para él fue como ver a un fantasma.
Volteó. Piel de miel, ojos verde oliva. Un rostro familiar, vaya.
—Nos encontramos de nuevo, Datsue-kun.
La puerta principal daba a una especie de recepción abierta con paredes de material pedrusco con aspecto medieval, ataviada por un par de mesones con herramientas típicas del oficio, robustos asientos de metal y una que otra espada adornando sus muros a modo de bienvenida. El calor proveniente de una chimenea que ardía vivamente le azotó el rostro, y tras unos cuantos pasos más, encontró la bifurcación que llevaba hasta el cuarto de caldera donde yacía la fragua y su fogón. Una impresionante estructura de ladrillo aupada por el fuelle, un depósito de madera y desde luego, el macizo para el golpeo y sus respectivos instrumentos de trabajo.
¡Clank, clank, clank!
El inconfundible sonido del acero siendo moldeado a imagen y semejanza de su creador llamó rápidamente su atención. Cuando llegase hasta allí, vería a un tipo de espalda tallando el metal. Cabello corto, color castaño y quijada cuadrada. A la vista, sano. Aunque para él fue como ver a un fantasma.
Volteó. Piel de miel, ojos verde oliva. Un rostro familiar, vaya.
—Nos encontramos de nuevo, Datsue-kun.