17/12/2018, 03:51
El rostro de Shinjaka estaba vestido de caballerismo, como ya era de costumbre. Si en él vivía aún el resquemor de las traiciones pasadas, realmente no se le notaba. Y eso que el ojo de Datsue era bastante experto en ese tipo de menesteres. En poder ver a través de los muros más gruesos. Pero con él, la mano derecha de Soroku, nada.
Muy en el fondo, sin embargo, el ver a Datsue le causaba una sensación agridulce, pues se trataba de la persona que le había abandonado a su muerte en el tumulto de un avispero llamado Tanzaku Gai. No sólo le dejó con una herida punzante en el estómago amenazando su vida, sino que ignoró totalmente el hecho de que la ciudad, herida y perturbada, iba a estar ansiosa de señalar culpables tras la captura del Centinela, y toda la mugre que su detención sacó bajo la alfombra.
Datsue lo sabía. Que estuviera ahí, vivo, frente a él; era un resultado de uno a cien. Una probabilidad poco probable, como le gustaba decir al ya superado aprendiz de Herrero.
—Si tus cuidados me hubieran salvado la vida, Datsue, habrías abandonado Tanzaku Gai con éste servidor por sobre el hombro, sin dejarme atrás —contestó, lacónico—. pero no te preocupes, no puedo juzgarte por poner la misión como prioridad. Yo hice exactamente lo mismo cuando te creímos comprometido durante tu encuentro con Etsu y el resto de las alimañas. La diferencia es que tú contabas con alguien a quien realmente le importas. Akame, sí. No veas el énfasis que puso en no continuar con el objetivo sin saber que estabas en perfecto estado. Y yo, por suerte, contaba con Meiharu. Que no es como que me tuviese demasiada estima, pero tiene un mayor sentido de pertenencia que cualquiera de nosotros.
Shinajaka trastabilló hasta un asiento cercano. Soltó las herramientas que tenía en mano y arrastró, técnicamente, la pierna derecha. Parecía costarle horrores mover aquella extremidad con normalidad. ¿Alguna secuela, tal vez, de su herida?
—Ella está bien, haciéndose vida lejos de Tanzaku. Entenderás que al ser un rostro público en el Molino, fue la mayor perjudicada con todo lo que sucedió.
Muy en el fondo, sin embargo, el ver a Datsue le causaba una sensación agridulce, pues se trataba de la persona que le había abandonado a su muerte en el tumulto de un avispero llamado Tanzaku Gai. No sólo le dejó con una herida punzante en el estómago amenazando su vida, sino que ignoró totalmente el hecho de que la ciudad, herida y perturbada, iba a estar ansiosa de señalar culpables tras la captura del Centinela, y toda la mugre que su detención sacó bajo la alfombra.
Datsue lo sabía. Que estuviera ahí, vivo, frente a él; era un resultado de uno a cien. Una probabilidad poco probable, como le gustaba decir al ya superado aprendiz de Herrero.
—Si tus cuidados me hubieran salvado la vida, Datsue, habrías abandonado Tanzaku Gai con éste servidor por sobre el hombro, sin dejarme atrás —contestó, lacónico—. pero no te preocupes, no puedo juzgarte por poner la misión como prioridad. Yo hice exactamente lo mismo cuando te creímos comprometido durante tu encuentro con Etsu y el resto de las alimañas. La diferencia es que tú contabas con alguien a quien realmente le importas. Akame, sí. No veas el énfasis que puso en no continuar con el objetivo sin saber que estabas en perfecto estado. Y yo, por suerte, contaba con Meiharu. Que no es como que me tuviese demasiada estima, pero tiene un mayor sentido de pertenencia que cualquiera de nosotros.
Shinajaka trastabilló hasta un asiento cercano. Soltó las herramientas que tenía en mano y arrastró, técnicamente, la pierna derecha. Parecía costarle horrores mover aquella extremidad con normalidad. ¿Alguna secuela, tal vez, de su herida?
—Ella está bien, haciéndose vida lejos de Tanzaku. Entenderás que al ser un rostro público en el Molino, fue la mayor perjudicada con todo lo que sucedió.