29/12/2018, 20:46
—¡Estupendo! —exclamó, dando una palmada sobre las rodillas. Afianzar lazos con los Señores del Hierro, y aún por encima cobrar por ello era como matar dos pájaros de un tiro de kunai. El caso es que Datsue…
… quería matar tres.
—Me gustaría pedirles una cosa, también. Un favor personal —puntualizó—. Verán, me estoy planteando hacer cierta… inversión. —Ah, pero aquella no era una cualquiera. No invertiría en ningún negocio, ni en acciones, ni nada parecido. No era una inversión monetaria, sino…—. Invertir en una persona.
Kaguya Riko era su nombre. ¿Qué por qué quería invertir en él? Eso era algo que no compartiría con nadie. Lo cierto era que el Uchiha veía las aguas revueltas en su Villa. Había perdido apoyos. No se sentía respaldado. Eri iba por su lado. Akame, pese a que sabía que lo tendría cuando lo necesitase, no compartía todas sus ideas. Así se lo había dejado claro en el Valle del Fin. Chokichi y muchos más eran los que había perdido por el camino. Tan solo estaba Nabi, y dos contra el mundo no solucionaban nada.
Necesitaba más apoyos.
Necesitaba más guerreros que le respaldasen. Tanto fuera de la Villa… como dentro.
Así que Datsue se había propuesto invertir en Riko. Había luchado contra él, y con él, en la misión que habían compartido en el País del Viento. Se le veía con un enorme potencial. Tenerlo a su lado en el futuro podía ser clave. El problema era que el chaval era un poco buenazo de más. Compartía ese defecto con Eri, quien, de hecho, era su sensei. Tenía que conseguir alejarle de ella y acercarle más a su lado. Y para ello, no se le había ocurrido mejor cosa que…
—Un compañero con mucho potencial. Un amigo —dijo, exagerando. Podía contar los amigos que tenía con los dedos de una mano y le sobrarían dedos. No, por el momento, más bien era un colega—. El chico tiene un don en el arte del Kenjutsu. Créanme, ha nacido para ello. Por eso, he estado pensando: ¿quiénes son los mayores especialistas en Kenjutsu? Los samuráis, me dije. ¿Y dónde están los mejores samuráis? —En el Valle de los Dojos y…—. En el País del Hierro, me respondí. Y me dije —«Señores del Hierro. País del Hierro. ¡Coño, ahí tiene que haber una conexión!»—: apuesto a que los Señores del Hierro han forjado más de una katana, y dos y tres, para los mejores samuráis del país. Me apuesto un riñón, incluso, a que considerarán como amigo a más de uno. O que les deberán algún favor.
»Resumiendo —dijo, viendo que ya se estaba alargando—. Me gustaría que me facilitasen el contacto con alguno de estos samuráis, para ayudar a mi buen amigo a pulir su manejo con las katanas —en realidad era con los huesos, pero mejor no entrar en tantos detalles—, y a guiarle en este noble arte.
… quería matar tres.
—Me gustaría pedirles una cosa, también. Un favor personal —puntualizó—. Verán, me estoy planteando hacer cierta… inversión. —Ah, pero aquella no era una cualquiera. No invertiría en ningún negocio, ni en acciones, ni nada parecido. No era una inversión monetaria, sino…—. Invertir en una persona.
Kaguya Riko era su nombre. ¿Qué por qué quería invertir en él? Eso era algo que no compartiría con nadie. Lo cierto era que el Uchiha veía las aguas revueltas en su Villa. Había perdido apoyos. No se sentía respaldado. Eri iba por su lado. Akame, pese a que sabía que lo tendría cuando lo necesitase, no compartía todas sus ideas. Así se lo había dejado claro en el Valle del Fin. Chokichi y muchos más eran los que había perdido por el camino. Tan solo estaba Nabi, y dos contra el mundo no solucionaban nada.
Necesitaba más apoyos.
Necesitaba más guerreros que le respaldasen. Tanto fuera de la Villa… como dentro.
Así que Datsue se había propuesto invertir en Riko. Había luchado contra él, y con él, en la misión que habían compartido en el País del Viento. Se le veía con un enorme potencial. Tenerlo a su lado en el futuro podía ser clave. El problema era que el chaval era un poco buenazo de más. Compartía ese defecto con Eri, quien, de hecho, era su sensei. Tenía que conseguir alejarle de ella y acercarle más a su lado. Y para ello, no se le había ocurrido mejor cosa que…
—Un compañero con mucho potencial. Un amigo —dijo, exagerando. Podía contar los amigos que tenía con los dedos de una mano y le sobrarían dedos. No, por el momento, más bien era un colega—. El chico tiene un don en el arte del Kenjutsu. Créanme, ha nacido para ello. Por eso, he estado pensando: ¿quiénes son los mayores especialistas en Kenjutsu? Los samuráis, me dije. ¿Y dónde están los mejores samuráis? —En el Valle de los Dojos y…—. En el País del Hierro, me respondí. Y me dije —«Señores del Hierro. País del Hierro. ¡Coño, ahí tiene que haber una conexión!»—: apuesto a que los Señores del Hierro han forjado más de una katana, y dos y tres, para los mejores samuráis del país. Me apuesto un riñón, incluso, a que considerarán como amigo a más de uno. O que les deberán algún favor.
»Resumiendo —dijo, viendo que ya se estaba alargando—. Me gustaría que me facilitasen el contacto con alguno de estos samuráis, para ayudar a mi buen amigo a pulir su manejo con las katanas —en realidad era con los huesos, pero mejor no entrar en tantos detalles—, y a guiarle en este noble arte.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado