5/01/2019, 21:21
Los ojos del Herrero permanecieron fijos en su nuevo tatuaje. Como si estuviera analizando los entresijos de aquel arte tan precaria, y a su vez, tan útil.
—Bien. Acompáñame a la fragua.
El Herrero y su pupilo avanzaron entonces hasta el exterior de la sala. Avanzaron por el mismo pasillo, y dieron vuelta en el acceso que daba hasta la caldera de Herrería en la que Soroku daba vida a todas y cada una de sus creaciones. No había rastro de Shinjaka, esa vez.
—¿Alguna noción básica del oficio? ¿qué sabes?
—Bien. Acompáñame a la fragua.
El Herrero y su pupilo avanzaron entonces hasta el exterior de la sala. Avanzaron por el mismo pasillo, y dieron vuelta en el acceso que daba hasta la caldera de Herrería en la que Soroku daba vida a todas y cada una de sus creaciones. No había rastro de Shinjaka, esa vez.
—¿Alguna noción básica del oficio? ¿qué sabes?