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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#43
Mientras oía el relato bursátil al que le estaba sometiendo Datsue, Soroku se paseó por la habitación. Era un cuarto con una vívida salida al exterior, para tener así una mejor iluminación y mejores corrientes de aire para que el fuelle tuviera mayor incidencia a la hora de avivar el fuego. La chimenea y su matriz era amplia, de al menos metro por medio y su interior yacía vivo y caliente como el mismísimo sol.

El Herrero postró su mano en un gran yunque de acero macizo con la forma de un ancla, oscuro, quemado y desgastado por el imperioso paso del tiempo. A su alrededor, al menos unos cuatro pilones de martillo, limas mediacañas y otros artilugios que colgaban en los ganchos oxidados clavados a la pared de ladrillo junto otro puñado de hierros en hilera, en su gran mayoría perfiles de medio metro; que acababan convirtiéndose en distintas y numerosas armas. Inmediatamente a la derecha, había un sistema hidráulico que constaba de una enorme varilla transversal anclada a una piedra amoladora. Servía para afilar, comer y lijar el acero según el pedrusco que se utilizara para la labor. También un amplio pozo con agua cálida para moldear en frío.

El suelo estaba cubierto de biruta de hierro. Y se aspiraba un aroma a caucho quemado.

—Conoces la teoría, con eso bastará. No debes preocuparte por cuán convincente sonarás al hablar del oficio al que quieres dedicarte, sino de tu desempeño una vez que debas mostrar tus capacidades cuando ella decida probarte. Si lo haces demasiado mal, el velo de tu subterfugio caerá ipso facto. Si lo haces muy bien, pensará que le estás tomando el pelo. Está bien que cometas errores en el proceso, y es que, lo harás —Soroku le dio entonces vida a la fragua con un par de ráfagas de aire y el fuego se extendió, potente. Al ras de la piedra había un par de metales ya cogiendo calor, así que los cogió con las manos, debidamente cubiertas ahora con guantes térmicos, y las llevó, al rojo vivo, hasta el yunque—. piensa que dar forma a un arma es similar al proceso que usáis los ninja para dar forma al chakra. Visualiza, apunta y ejecuta¡Clank, clank, clank!—. escucha al acero. Si golpeas en un punto crítico, chillará. Eso significa que el hierro puede quebrarse a cierta temperatura¡Clank, clank, clank!—. tampoco se trata de azotar el arma desalmadamente. Estas dándole vida, comprende lo que ello implica. Hay que otorgarle forma y sustancia, no quitársela¡Clank, clank ... suficiente—. lo conseguiste, pero el metal está adolorido y exhausto. Muchos herreros piensan que deben enfriarlo inmediatamente. Error. Es como nuestro cuerpo, cuando te encuentras en tu límite, una bajada de temperatura abrupta puede dejar secuelas. Aquí pasa lo mismo.

Suspiró y dejó que pasara al menos medio minuto, antes de sumergir el metal en el pozo.
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RE: La penumbra de Lady Tākoizu - por Umikiba Kaido - 5/01/2019, 22:29


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