9/01/2019, 03:25
—Buenos días, Gūzen. ¿Qué tal el viaje? —respondió él, tras montar su una última caja en el carruaje y echar un buen vistazo a la profunda transformación a la que se sometió Datsue, en cuerpo y alma—. llegas justo a tiempo. Estaba acabando de finiquitar los últimos preparativos, dejando todo en orden para lo que dure mi ausencia. Shinjaka-kun se encargará de todo mientras te acompaño a tu nuevo destino: a la oportunidad que has esperado toda tu vida. No la desaproveches. Dime, ¿traes equipaje?
Te presento a Tomaru. Nuestro carruajero.
Tomaru era un viejo verde. Medía como Datsue, quizás menos, aunque daba la sensación de que era sólo por la curvatura de su espalda. Podía tener sus buenos sesenta y tantos, por pelo tenía unos cuantos mechones grises que calaban detrás de un gran par de orejas y entre ceja y ceja, bien pobladas también, le acomplejaba una enorme verruga. Tenía los ojos bastante achinados y aunque pudiera parecer un milagro, aún conservaba todos sus dientes.
Estaba montado en un pequeño banco, sobándole el pescuezo a una de sus dos yeguas.
—Un placer mushiasho.
Te presento a Tomaru. Nuestro carruajero.
Tomaru era un viejo verde. Medía como Datsue, quizás menos, aunque daba la sensación de que era sólo por la curvatura de su espalda. Podía tener sus buenos sesenta y tantos, por pelo tenía unos cuantos mechones grises que calaban detrás de un gran par de orejas y entre ceja y ceja, bien pobladas también, le acomplejaba una enorme verruga. Tenía los ojos bastante achinados y aunque pudiera parecer un milagro, aún conservaba todos sus dientes.
Estaba montado en un pequeño banco, sobándole el pescuezo a una de sus dos yeguas.
—Un placer mushiasho.