11/01/2019, 00:34
—A buen ritmo, sí —respondió, mientras tendía a Datsue uno de sus macundales para que le ayudara durante el ascenso. Luego volteó hasta el carruajero, le pagó el viaje con un par de billetes y algo adicional mientras aguardaba su descenso en alguna posada cercana. Después de todo, tendría que llevarle de vuelta—. hasta mañana, Tomaru-san.
—¡Nos vémo pué, mijo.
Y así, Soroku se echó a andar.
El Herrero y su aprendiz cavilaron a través de las superficies pedruzcas que hacían la de puente, dejando atrás un cálido lago de pequeñas proporciones, rodeándolo completamente y sumergiéndose, finalmente, en una carretera de tierra que se abría paso entre dos grandes muros. Al cabo de un par de metros, el camino empezaba a serpentear hacia arriba, rodeando las deformaciones de la misma montaña y permitiéndoles a los peregrinos ascender, al menos hasta el punto conocido como la cumbre de los turistas.
—¿Habías venido alguna vez a este País, Datsue-kun?
—¡Nos vémo pué, mijo.
Y así, Soroku se echó a andar.
El Herrero y su aprendiz cavilaron a través de las superficies pedruzcas que hacían la de puente, dejando atrás un cálido lago de pequeñas proporciones, rodeándolo completamente y sumergiéndose, finalmente, en una carretera de tierra que se abría paso entre dos grandes muros. Al cabo de un par de metros, el camino empezaba a serpentear hacia arriba, rodeando las deformaciones de la misma montaña y permitiéndoles a los peregrinos ascender, al menos hasta el punto conocido como la cumbre de los turistas.
—¿Habías venido alguna vez a este País, Datsue-kun?