12/01/2019, 18:36
Cuando Furune le hizo ver que era muy importante que el arte ancestral de Lord Yunkai se mantuviese entre sus pocos elegidos —vamos, que no se fuese de la lengua—, Datsue asintió con gravedad.
—Por supuesto —se reafirmó, para tratar de transmitir confianza.
Pronto, sin embargo, llegó su primera prueba. El primer gran obstáculo que tendría que superar si quería que le cogiesen como aprendiz.
—Quién soy… —repitió, dándose un momento, sin soltarle una parrafada de golpe. Tenía que evitar que su historia sonase preparada—. Pues… viví casi toda mi vida en el País del Fuego, en una pequeña aldea no muy lejos de Tanzaku Gai. De pequeño siempre me gustaba visitar el Valle de los Dojos, ¿sabe? Me encantaban los samuráis. Sus armaduras. El respeto por la tradición que mostraban. El honor… Claro que fueron pocas las oportunidades que tuve de ir. Mi casa era una humilde. Mi mamá me tuvo que criar sola, y ahora me doy cuenta de lo duro que tuvo que ser para ella. Nunca me faltó de comer mientras mi mamá estuvo a mi lado, no… —tuvo que parar un momento, emocionado. Se le habían empañado los ojos y tuvo que parpadear varias veces para retener las lágrimas. Se obligó a continuar—. El caso es que cuando mi mamá me faltó, fue cuando de verdad conocí el hambre. Una mujer que había sido amiga de mi mamá me aconsejó ir a la ciudad, donde encontraría más oportunidades para ser alguien en la vida. Para encontrar un oficio.
»Sin nada que perder, me aventuré. No fue fácil. Las primeras dos semanas me las pasé vagabundeando. Sin nadie dispuesto a tenderme una mano. Por momentos, creí que me moriría de hambre. Pero, en el fondo, siempre supe que me llegaría la oportunidad. Una, solo una, y que no debía fallar —esbozó una sonrisa tímida, desviando la mirada hacia Soroku—. Y llegó.
—Por supuesto —se reafirmó, para tratar de transmitir confianza.
Pronto, sin embargo, llegó su primera prueba. El primer gran obstáculo que tendría que superar si quería que le cogiesen como aprendiz.
—Quién soy… —repitió, dándose un momento, sin soltarle una parrafada de golpe. Tenía que evitar que su historia sonase preparada—. Pues… viví casi toda mi vida en el País del Fuego, en una pequeña aldea no muy lejos de Tanzaku Gai. De pequeño siempre me gustaba visitar el Valle de los Dojos, ¿sabe? Me encantaban los samuráis. Sus armaduras. El respeto por la tradición que mostraban. El honor… Claro que fueron pocas las oportunidades que tuve de ir. Mi casa era una humilde. Mi mamá me tuvo que criar sola, y ahora me doy cuenta de lo duro que tuvo que ser para ella. Nunca me faltó de comer mientras mi mamá estuvo a mi lado, no… —tuvo que parar un momento, emocionado. Se le habían empañado los ojos y tuvo que parpadear varias veces para retener las lágrimas. Se obligó a continuar—. El caso es que cuando mi mamá me faltó, fue cuando de verdad conocí el hambre. Una mujer que había sido amiga de mi mamá me aconsejó ir a la ciudad, donde encontraría más oportunidades para ser alguien en la vida. Para encontrar un oficio.
»Sin nada que perder, me aventuré. No fue fácil. Las primeras dos semanas me las pasé vagabundeando. Sin nadie dispuesto a tenderme una mano. Por momentos, creí que me moriría de hambre. Pero, en el fondo, siempre supe que me llegaría la oportunidad. Una, solo una, y que no debía fallar —esbozó una sonrisa tímida, desviando la mirada hacia Soroku—. Y llegó.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado