13/01/2019, 01:21
—Soroku, tenemos asuntos que tratar. Te espero en el despacho.
Nahana se dio vuelta y marchó rumbo a algún pasillo del enorme templo. Furune palpó el brazo de Datsue y le inquirió a seguirle el paso, mientras éste, a su vez, seguía el de Urumi, que desde aquella posición tenía unas curvas indignas de su edad.
Soroku le asintió, por si Datsue buscaba alguna clase de aprobación y también tomó rumbo hacia su inminente reunión con su maestra.
El maestresala, Gūzen y Urumi dieron tumbos a través de la mansión. Dieron un par de cruces, y así como si nada se encontraron con la cocina. Enorme, de cerámica. Tres de los ocho trabajadores ya se encontraban cortando vegetales y limpiando los trastos del desayuno. Urami tomó asiento en uno de los altos taburete, de esos que te dejaban las piernas colgando, y apoyó la barbilla en sus pequeñas manos. Su dedo índice titilaba sobre su rosa mejilla a la par de que ladeaba su cabeza hacia el pupilo de su madre.
—Furune no sabe hacer creps. Es una forma que tenemos él y yo de perdernos cuando mi madre se pone intensa —dijo, entre risillas—. ellos nos prepararán algo.
—Portáos bien, por favor. Comed algo e inmediatamente lleva a Gūzen hasta los balcones, estaré haciendo los arreglos para su habitación.
Furune dio marcha atrás y dejó a los dos críos.
—Oye, no tienes cara de Gūzen, Gūzen.
Nahana se dio vuelta y marchó rumbo a algún pasillo del enorme templo. Furune palpó el brazo de Datsue y le inquirió a seguirle el paso, mientras éste, a su vez, seguía el de Urumi, que desde aquella posición tenía unas curvas indignas de su edad.
Soroku le asintió, por si Datsue buscaba alguna clase de aprobación y también tomó rumbo hacia su inminente reunión con su maestra.
El maestresala, Gūzen y Urumi dieron tumbos a través de la mansión. Dieron un par de cruces, y así como si nada se encontraron con la cocina. Enorme, de cerámica. Tres de los ocho trabajadores ya se encontraban cortando vegetales y limpiando los trastos del desayuno. Urami tomó asiento en uno de los altos taburete, de esos que te dejaban las piernas colgando, y apoyó la barbilla en sus pequeñas manos. Su dedo índice titilaba sobre su rosa mejilla a la par de que ladeaba su cabeza hacia el pupilo de su madre.
—Furune no sabe hacer creps. Es una forma que tenemos él y yo de perdernos cuando mi madre se pone intensa —dijo, entre risillas—. ellos nos prepararán algo.
—Portáos bien, por favor. Comed algo e inmediatamente lleva a Gūzen hasta los balcones, estaré haciendo los arreglos para su habitación.
Furune dio marcha atrás y dejó a los dos críos.
—Oye, no tienes cara de Gūzen, Gūzen.