13/01/2019, 15:53
(Última modificación: 16/01/2019, 14:49 por Sagiso Ranko. Editado 1 vez en total.)
—¿¡Ilegal!? —Kumoko se sobresaltó como si la acusaran de homicidio —. No hay nada de ilegal en mi negocio. ¡Nada! ¿Cree usted, jovencito, que si hubiese algo de incorrecto en mi tienda, me dejarían solicitar ayuda a través de una misión oficial? ¡Jum! ¡Mis hierbas son puramente culinarias, medicinales y recreativas. ¡Nada ilegal!
No contestó por el momento el resto de las preguntas de Kazuma, pero sí lo fulminó con la mirada mientras escuchaba la petición de Etsu. Luego asintió, un poco de mala gana, y lentamente fue hacia unos cajones cerca del mostrador y otros detrás.
—Estas cinco plantas no son venenosas ni irritantes a la piel. ¡Ni ilegales! Así que no necesitan equipo especial. Pero no las coman, por la misma razón que no deberían comer pasto. En especial la rafure: cruda les dará indigestión por dos días. Tal vez haya alguno que otro animal que disfrute de masticar baiko. Es un poco… estimulante. Fuera de eso, no hay animal peligroso más que personas, como siempre. Y si siguen mis indicaciones, no se confundirán de plantas. Toma, puedes llevarte éstas como referencia para tu naricita —Regresó y le dio a Etsu tres bolsitas de tela por separado. Una contenía una hoja roja cortada en pedacitos, otra lo que parecía una flor seca, y otra una maraña de hojas secas y machacadas. A pesar de su estado, las hierbas tenían un olor particular muy definido: uno muy amargo, otro ligeramente dulce y otro muy similar a la carne frita —. Rafure, niratsubu y baiko. El mannerikko no tiene un olor específico, pero si encuentran niratsubu, definitivamente encontrarán mannerikko cerca. Y preferiría no sacar lo poco que tengo de taidonka. Es… especial. Tendrán que localizarla visualmente.
Después de haberles entregado todo, la mujer se sacudiría las manos y soltaría un respingo.
—Les ruego que traten esas plantas con muuucho cuidado. Si no tienen más dudas, pueden comenzar su camino, pequeños. ¡Si todo sale óptimamente, les haré un regalito extra!
Kumoko había recuperado una expresión serena y afable. El malhumor que Kazuma le había causado se había desvanecido como si nada, y ahora les sonreía a todos con sumo cariño. Ranko, por su parte, asintió a todo, intentando recordar cada parte; aunque le alegró que el peliblanco fuese tan sensato como para escribirlo.
No contestó por el momento el resto de las preguntas de Kazuma, pero sí lo fulminó con la mirada mientras escuchaba la petición de Etsu. Luego asintió, un poco de mala gana, y lentamente fue hacia unos cajones cerca del mostrador y otros detrás.
—Estas cinco plantas no son venenosas ni irritantes a la piel. ¡Ni ilegales! Así que no necesitan equipo especial. Pero no las coman, por la misma razón que no deberían comer pasto. En especial la rafure: cruda les dará indigestión por dos días. Tal vez haya alguno que otro animal que disfrute de masticar baiko. Es un poco… estimulante. Fuera de eso, no hay animal peligroso más que personas, como siempre. Y si siguen mis indicaciones, no se confundirán de plantas. Toma, puedes llevarte éstas como referencia para tu naricita —Regresó y le dio a Etsu tres bolsitas de tela por separado. Una contenía una hoja roja cortada en pedacitos, otra lo que parecía una flor seca, y otra una maraña de hojas secas y machacadas. A pesar de su estado, las hierbas tenían un olor particular muy definido: uno muy amargo, otro ligeramente dulce y otro muy similar a la carne frita —. Rafure, niratsubu y baiko. El mannerikko no tiene un olor específico, pero si encuentran niratsubu, definitivamente encontrarán mannerikko cerca. Y preferiría no sacar lo poco que tengo de taidonka. Es… especial. Tendrán que localizarla visualmente.
Después de haberles entregado todo, la mujer se sacudiría las manos y soltaría un respingo.
—Les ruego que traten esas plantas con muuucho cuidado. Si no tienen más dudas, pueden comenzar su camino, pequeños. ¡Si todo sale óptimamente, les haré un regalito extra!
Kumoko había recuperado una expresión serena y afable. El malhumor que Kazuma le había causado se había desvanecido como si nada, y ahora les sonreía a todos con sumo cariño. Ranko, por su parte, asintió a todo, intentando recordar cada parte; aunque le alegró que el peliblanco fuese tan sensato como para escribirlo.
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