13/01/2019, 22:38
La mujer le indicó la ruta:
Al abandonar la cocina, Datsue tendría que coger inmediatamente la derecha y avanzar hasta el final del pasillo donde iba a encontrarse con sendas escaleras de caracol que ascendían al primer piso de la torre. Una vez arriba, Datsue se pudo dar cuenta que toda el aula superior estaba construida al otro extremo de la montaña y al ser balcones, per se, desde ellos se podía ver un fulguroso acantilado de cientos de metros que acababan probablemente en algún cementerio de rocas y polvo.
Cuando hubiera superado el vértigo, continuaría con paso firme hasta el único corredor al que tenía acceso directo. Pronto se percató de que aquella era el ala de las habitaciones, y habían unas diez. Furune se encontraba en una de las últimas puertas observando con ímpetu el resultado de la limpieza. Estaba más que conforme. Estaba claro que no era el cuarto más exuberante ni mucho menos pero estaba perfecta para tener una buena noche de descanso. Una cama de plaza y media yacía pegado en el rincón de la derecha y a su lado reposaba una mesa de noche, con velas en candelabro. También había una repisa para guardar equipajes y un baño individual para el aseo del habitante.
—Esta será tu morada por el resto de tu estadía. Espero sea de tu agrado, Gūzen-san.
Al abandonar la cocina, Datsue tendría que coger inmediatamente la derecha y avanzar hasta el final del pasillo donde iba a encontrarse con sendas escaleras de caracol que ascendían al primer piso de la torre. Una vez arriba, Datsue se pudo dar cuenta que toda el aula superior estaba construida al otro extremo de la montaña y al ser balcones, per se, desde ellos se podía ver un fulguroso acantilado de cientos de metros que acababan probablemente en algún cementerio de rocas y polvo.
Cuando hubiera superado el vértigo, continuaría con paso firme hasta el único corredor al que tenía acceso directo. Pronto se percató de que aquella era el ala de las habitaciones, y habían unas diez. Furune se encontraba en una de las últimas puertas observando con ímpetu el resultado de la limpieza. Estaba más que conforme. Estaba claro que no era el cuarto más exuberante ni mucho menos pero estaba perfecta para tener una buena noche de descanso. Una cama de plaza y media yacía pegado en el rincón de la derecha y a su lado reposaba una mesa de noche, con velas en candelabro. También había una repisa para guardar equipajes y un baño individual para el aseo del habitante.
—Esta será tu morada por el resto de tu estadía. Espero sea de tu agrado, Gūzen-san.