17/01/2019, 12:44
El viento caprichoso mecía las ramas, y movía las contraventanas provocando un sonido chirriante. Heki abrió los ojos, aún pegados por su largo sueño. Y se percató de la tenue claridad que se colaba por la ventana.
“¿Ya es de día? El tío Hiru estará forjando…” contuvo la respiración un segundo, esperando escuchar el tintineo lejano de la forja, pero no lo logró. Intrigado se levantó de la cama y fue hacia la ventana de su dormitorio, que daba al patio y al taller. La puerta de la forja está cerrada y no se ve humo en la chimenea.
“Esto sí que es raro...” se froto los ojos y se vistió. El reloj marcaba más de las 12, algo pasaba. Al bajar por la escalera el aroma del incienso lo embriagó. Tosió un poco. Su tío estaba vestido completamente de negro, arrodillado frente a un pequeño altar con el símbolo de su clan, y el de la aldea, en el que quemaba incienso.
-Esto… ¿tío? - preguntó de manera suave, no sabía cómo reaccionar.
Su tío giró la cabeza y miró al joven, después suspiró. -Heki, cámbiate. Hoy no vamos a entrenar. Tenemos que despedir a los nuestros. –
-¿Despedir? ¿Te refieres a los ninjas que murieron? Yo no los conocía… –
-Yo sí. Pero eso no importa. Son personas, con amigos familia y compañeros. Personas que han dado su vida por la aldea, y lo mínimo que se merecen es que se les muestre Respeto por ello. –
-Lo entiendo tío, y siento su perdida, pero no creo que sea motivo suficiente para… - su tío lo interrumpió con un tono de voz autoritario pero suave, mostrando en parte cierto dolor.
-Algún día quizá comprendas que a veces no hacemos aquello que nos gustaría, de hecho, a veces no tenemos opción y si hoy estamos aquí es gracias al sacrificio de otros – continuó – Esas personas que dieron su vida por la aldea merecen que la aldea entera muestre su agradecimiento. El dolor de uno es el dolor de todos. Nadie debe morir por nada. Ahora vístete, debemos ir a por flores y no quiero llegar tarde. –
Heki se dio la vuelta y subió por las escaleras para cambiarse. Tras eso, salieron en dirección al Jardín de los Cerezos.
Al llegar encontró en el lugar algunas caras conocidas, y muchas personas a las que no había visto nunca. Algunos de sus maestros y compañeros estaban también allí. Todos con gesto triste.
El día acompañaba la ceremonia con un color gris. Cuando llegó el turno de Hiru y Heki, ambos se acercaron a dejar las flores. Primero fue su tío. Se acercó cojeando como era normal en él. Hizo una reverencia, dejo las flores y murmuró algo que Heki no llego a escuchar.
Cuando llegó su turno una sensación de calor y agobio recorría su cuerpo. Nunca había asistido a un funeral, al menos con consciencia y recuerdos. ¿Cómo debe comportarse una persona ante una situación así? Imitó a su tío y se acercó despacio, pero con paso firme.
Las fotografías de los difuntos estaban cerca de los ataúdes. Ver sus caras inmortalizadas como si nada hubiera ocurrido le dio un ligero escalofrío. No pudo evitar pensar en el funeral de sus padres, y si tuvieron una ceremonia parecida. Mientras dejaba las flores un pensamiento cruzo fugaz por su cabeza y lo susurró.
-Lo siento…-
Mientras volvía hacia su tío, este lo miró y asintió con la cabeza. Continuó en su sitio hasta que el cortejo inició su camino al cementerio.
Una vez en casa, Heki preguntó a su tío cómo era posible que conociera a esas personas. Su tío se había retirado hace años, pero a veces algunos amigos venían a verlo, y a hacerle encargos especiales.
Hiru se acercó a la chimenea, y sin hacer sello alguno sopló. La brisa caliente prendió al contacto con el carbón. Sentados junto a la chimenea contó las historias que había escuchado de los jóvenes, y en especial de uno de ellos. Un ninja que podía haberse hecho un nombre en la historia.
Esa noche no fue fácil para Heki conciliar el sueño. Le costaba dormir pensando en el día que había tenido. Quería conocer más detalles. Conocer sus historias y su vida, sus familias y compañeros.
Decidió que de ahora en adelante pasaría parte de su vida conociendo la de los demás. “No habrá día en que no aprenda sobre otros.” Se repetía el muchacho. Poco antes de dormirse una frase de su tío resonó en su cabeza. “El dolor de uno es el dolor de todos…” .
“¿Ya es de día? El tío Hiru estará forjando…” contuvo la respiración un segundo, esperando escuchar el tintineo lejano de la forja, pero no lo logró. Intrigado se levantó de la cama y fue hacia la ventana de su dormitorio, que daba al patio y al taller. La puerta de la forja está cerrada y no se ve humo en la chimenea.
“Esto sí que es raro...” se froto los ojos y se vistió. El reloj marcaba más de las 12, algo pasaba. Al bajar por la escalera el aroma del incienso lo embriagó. Tosió un poco. Su tío estaba vestido completamente de negro, arrodillado frente a un pequeño altar con el símbolo de su clan, y el de la aldea, en el que quemaba incienso.
-Esto… ¿tío? - preguntó de manera suave, no sabía cómo reaccionar.
Su tío giró la cabeza y miró al joven, después suspiró. -Heki, cámbiate. Hoy no vamos a entrenar. Tenemos que despedir a los nuestros. –
-¿Despedir? ¿Te refieres a los ninjas que murieron? Yo no los conocía… –
-Yo sí. Pero eso no importa. Son personas, con amigos familia y compañeros. Personas que han dado su vida por la aldea, y lo mínimo que se merecen es que se les muestre Respeto por ello. –
-Lo entiendo tío, y siento su perdida, pero no creo que sea motivo suficiente para… - su tío lo interrumpió con un tono de voz autoritario pero suave, mostrando en parte cierto dolor.
-Algún día quizá comprendas que a veces no hacemos aquello que nos gustaría, de hecho, a veces no tenemos opción y si hoy estamos aquí es gracias al sacrificio de otros – continuó – Esas personas que dieron su vida por la aldea merecen que la aldea entera muestre su agradecimiento. El dolor de uno es el dolor de todos. Nadie debe morir por nada. Ahora vístete, debemos ir a por flores y no quiero llegar tarde. –
Heki se dio la vuelta y subió por las escaleras para cambiarse. Tras eso, salieron en dirección al Jardín de los Cerezos.
Al llegar encontró en el lugar algunas caras conocidas, y muchas personas a las que no había visto nunca. Algunos de sus maestros y compañeros estaban también allí. Todos con gesto triste.
El día acompañaba la ceremonia con un color gris. Cuando llegó el turno de Hiru y Heki, ambos se acercaron a dejar las flores. Primero fue su tío. Se acercó cojeando como era normal en él. Hizo una reverencia, dejo las flores y murmuró algo que Heki no llego a escuchar.
Cuando llegó su turno una sensación de calor y agobio recorría su cuerpo. Nunca había asistido a un funeral, al menos con consciencia y recuerdos. ¿Cómo debe comportarse una persona ante una situación así? Imitó a su tío y se acercó despacio, pero con paso firme.
Las fotografías de los difuntos estaban cerca de los ataúdes. Ver sus caras inmortalizadas como si nada hubiera ocurrido le dio un ligero escalofrío. No pudo evitar pensar en el funeral de sus padres, y si tuvieron una ceremonia parecida. Mientras dejaba las flores un pensamiento cruzo fugaz por su cabeza y lo susurró.
-Lo siento…-
Mientras volvía hacia su tío, este lo miró y asintió con la cabeza. Continuó en su sitio hasta que el cortejo inició su camino al cementerio.
Una vez en casa, Heki preguntó a su tío cómo era posible que conociera a esas personas. Su tío se había retirado hace años, pero a veces algunos amigos venían a verlo, y a hacerle encargos especiales.
Hiru se acercó a la chimenea, y sin hacer sello alguno sopló. La brisa caliente prendió al contacto con el carbón. Sentados junto a la chimenea contó las historias que había escuchado de los jóvenes, y en especial de uno de ellos. Un ninja que podía haberse hecho un nombre en la historia.
Esa noche no fue fácil para Heki conciliar el sueño. Le costaba dormir pensando en el día que había tenido. Quería conocer más detalles. Conocer sus historias y su vida, sus familias y compañeros.
Decidió que de ahora en adelante pasaría parte de su vida conociendo la de los demás. “No habrá día en que no aprenda sobre otros.” Se repetía el muchacho. Poco antes de dormirse una frase de su tío resonó en su cabeza. “El dolor de uno es el dolor de todos…” .