20/01/2019, 00:48
Lord Yunkai brillaba más que nunca.
El sol, en el horizonte, nacía por detrás de una montaña contigua, hermana de la cúspide en la que se encontraba el Templo del Hierro. Datsue lo vio saliendo a su costado, comprobando que no habría día en el que sintiera aquella estrella tan cerca como ahora. Su calor. Su presencia imponente. Y sin embargo, no podría odiarlo más. Era por la somnolencia y la falta de un descanso digno. Era el insomnio haciendo estragos.
En plena marcha ascendente, Datsue se encontró con Soroku.
A él sí se le notaba feliz. Tan radiante como el sol que tras suyo. ¿Energías renovadas, tal vez?
—Buenos días, Gūzen-san. ¿Qué tal tu primera noche en el Templo del Hierro?
El sol, en el horizonte, nacía por detrás de una montaña contigua, hermana de la cúspide en la que se encontraba el Templo del Hierro. Datsue lo vio saliendo a su costado, comprobando que no habría día en el que sintiera aquella estrella tan cerca como ahora. Su calor. Su presencia imponente. Y sin embargo, no podría odiarlo más. Era por la somnolencia y la falta de un descanso digno. Era el insomnio haciendo estragos.
En plena marcha ascendente, Datsue se encontró con Soroku.
A él sí se le notaba feliz. Tan radiante como el sol que tras suyo. ¿Energías renovadas, tal vez?
—Buenos días, Gūzen-san. ¿Qué tal tu primera noche en el Templo del Hierro?