26/01/2019, 09:38
Lady Tākoizu no tuvo que darse vuelta para que Datsue sintiera todo el peso del acero, vivo y cándido en sus ojos castaños, atravesándole cuál daga carroñera y oxidada.
—Un Herrero no pide, un Herrero entrega.
Y continuó caminando, sin que nada ni nadie la detuviese.
Entonces Uchiha Datsue, el gran intrépido, quedó en soledad; abrazado por el calor del Toro flameante y sintiéndose diminuto dentro de la inmensidad de semejante forja. Rodeado de piezas familiares y otras tantas que definitivamente no lo eran. ¿Qué iba a hacer? seguro que lo primero sería echarle un vistazo al hacha.
¿O no?
—Un Herrero no pide, un Herrero entrega.
Y continuó caminando, sin que nada ni nadie la detuviese.
Entonces Uchiha Datsue, el gran intrépido, quedó en soledad; abrazado por el calor del Toro flameante y sintiéndose diminuto dentro de la inmensidad de semejante forja. Rodeado de piezas familiares y otras tantas que definitivamente no lo eran. ¿Qué iba a hacer? seguro que lo primero sería echarle un vistazo al hacha.
¿O no?